Marx, dos siglos y los vientos revolucionarios continúan soplando

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El 5 de mayo de 1818 nació en Tréveris Karl Heinrich Marx, uno de los más grandes pensadores de la humanidad. Como apunta Lenin, el marxismo es el sistema de las ideas y la doctrina de Marx. Él es el continuador y consumador genial de las tres principales corrientes ideológicas del siglo XIX: la filosofía clásica alemana, la economía política clásica inglesa y el socialismo francés. La maravillosa consecuencia y la unidad sistemática, que hasta los adversarios de Marx reconocen -señala Lenin-, en sus ideas que en conjunto expresan el materialismo histórico y el socialismo científico moderno como la teoría y programa de acción del movimiento obrero de todos los países del mundo. (Lenin. Carlos Marx. Moscú, 14 de mayo de 1818).

Marx, proveniente de una familia acomodada y culta, tuvo por norte desde su niñez, el estudio y la reflexión profunda sobre lo que ocurría en la realidad concreta. Así lo demuestran sus primeros trabajos escritos entre 1844 y 1845 cuando se dedica al estudio de las tesis del filósofo L. Feuerbach. Allí empieza su ruptura con el idealismo hegeliano y contra todo enfoque metafísico del conocimiento. En su libro “La ideología alemana”, Marx contradice a Hegel al señalar que “…no es el demiurgo (el creador) el iniciador del proceso del conocimiento. Para Marx, lo ideal es lo material traspuesto y traducido en la cabeza del hombre”. (El Capital. Tomo I, palabras finales).

Según Lenin, tres son las fuentes y tres son las partes que resumen las tesis de Marx, cuyo pensamiento es conocido como “marxismo”, desprovisto de todo dogma como así lo expresó el propio Marx.

La filosofía del marxismo es el materialismo. El pensamiento de Marx, en sus inicios, debió hacer frente a toda la basura medieval, a la visión de la superstición de los hechiceros de la iglesia. En el Manifiesto Comunista y en El Anti-Dühring (junto a su amigo Engels), Marx defiende el materialismo como el método dialéctico necesario no ya para comprender la historia, sino para transformarla.

Marx, comprende mejor que nadie que el sistema económico “es la base sobre la que se alza la superestructura política”. El Capital, su obra cumbre, es un estudio enjundioso del sistema capitalista. Allí, donde los economistas clásicos sólo veían relaciones económicas entre objetos, Marx descubrió relaciones entre personas y todo lo que ello implicaba. La teoría del valor, la plusvalía, medios de producción y el trabajo socialmente necesario, son aportaciones científicas de este hombre a quien los trabajadores del mundo rinden honores por haberlos puesto en la senda de la liberación ante la inclemente y salvaje explotación capitalista.

Ante el llamado socialismo primitivo y utópico, Marx, primero que ningún otro, desarrolló un concepto novedoso que explicaba las relaciones de producción y dominio en la sociedad moderna: la lucha de clases. Sobre esto, escribe Lenin: “En el mundo entero, desde Norteamérica hasta el Japón y desde Suecia hasta el África, se multiplican las organizaciones obreras independientes del proletariado. Este se instruye, se educa manteniendo su lucha de clase, se despoja de los prejuicios de la sociedad burguesa…templa sus fuerzas y crece irresistiblemente”. (Lenin. Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo. Marzo, 1913. Nro 3 de la revista Prosveschenie).

A doscientos cuatro años después, aún la “utopía” de Marx está por comprenderse y aún más por realizarse. La burguesía sigue siendo hostil al pensamiento de Marx y los “marxólogos” pretenden hacer de él un fetiche al cuál rendirle culto. Para ello, ante este mundo cada día más globalizado, enseña Ludovico Silva, es menester evitar ser confundidos con los socialistas utópicos, con los socialdemócratas. (Ludovico Silva. En busca del socialismo perdido. Fondo Editorial Ipasme. Caracas. 2007).

Tener en cuenta -precisa Ludovico Silva- que todo modelo, por definición, es modificable, está sujeto a los cambios sociales y a los perfeccionamientos sucesivos. El modelo utópico de Marx (lo llamo así porque es realizable), no escapa a esta apreciación teórica. En sus “Grundrisse” ya Marx alertaba sobre esto.

La utopía marxista tendrá lugar cuando de la sociedad capitalista desaparezcan la propiedad privada, la división del trabajo y la producción mercantil, todos ellos “factores genéticos de la alienación”. Cuando existan hombres libres y cualitativamente nuevos como afirmó Che Guevara. Cuando la mentalidad individualista y “yoista” quede abolida. Cuando se imponga un nuevo modelo de producción y de distribución de la riqueza. Cuando la economía propenda a la satisfacción de las necesidades colectivas en procura de una mayor suma de felicidad social. Cuando las fuerzas productivas se tornen vigorosas en la satisfacción global de la sociedad. Cuando los bienes y servicios sean puestos al servicio de la humanidad y no del mercado. Cuando la industrialización, la ciencia y los adelantos tecnológicos apliquen en la solución de los problemas sociales. Cuando la cultura deje de reflejar “la vieja sociedad” y encare lo nuevo y el mundo de las bellas artes satisfaga a todos. Cuando las guerras desaparezcan y los hombres se entiendan de manera pacífica y con respeto. Cuando la paz sea algo ordinario, común a todos. Cuando el Estado, en su concepción hegemónica, desaparezca para dar paso a los individuos y a su empoderamiento ciudadano. Cuando la economía deje de regirse por las leyes de la oferta y la demanda para servir a la colectividad y enfrentar el hambre y la miseria.

El marxismo -afirmó Chávez- es la teoría más avanzada en la interpretación científica de la historia de la realidad concreta de los pueblos y es, sin duda, la más avanzada propuesta hacia el mundo que Cristo vino a anunciar hace más de dos mil años, el reino de dios aquí en la tierra, el reino de la igualdad, de la paz, del amor, el reino humano. (Hugo Chávez. Mensaje anual a la Asamblea Nacional, Caracas, 15 de enero de 2010).

La utopía será realidad cuando, como dice Marx en sus Grundisse, “El patrón de la riqueza no sea ya el tiempo de trabajo, sino el del ocio”. (Grundisse, pp 593-596).

El mundo de hoy, dominado por la llamada dictadura del enjambre digital que suplanta «el poder divino de las masas» y que se manifiesta en una voz ya no proveniente de las grandes manifestaciones, cuando sí del poder casi invisible de las redes sociales. El poder digital ya no marcha, pero domina, como lo explica Byung-Chul Han (En el Enjambre, Barcelona, España, 2020). En el dominio del enjambre digital, la explotación subsiste, pero sin dominación, al menos no en el sentido literal como lo expresan algunos marxólogos. La modernidad ya no está limitada al dominio de las masas. Los poderes fácticos dominan desde las sombras. Es el carácter dialéctico del dominio de las fuerzas de los medios de producción de que habló Marx. Guerras pasadas, presentes y futuras marcan los destinos de la humanidad mientras casi que, a escondidas, las fuerzas transformadoras de la sociedad irrumpen como la lava volcánica, estremeciendo desde las entrañas y presagiando el parto visualizado por el portentoso pensamiento de Karl Marx.

A más de doscientos años de su nacimiento, el pensamiento de Marx sigue soplando fuerte, batiendo tempestades, abriendo caminos, formando conciencias, transformando la sociedad.

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Félix Roque Rivero Abogado venezolano

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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