La experiencia rusa en Siria y el escenario ucraniano

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Es un contrasentido hablar de una «guerra limpia», mucho menos si en ella están involucrados  Estados con alta capacidad de daños humanos y ambientales y destrucción material.

Pero, contradictoriamente, esa misma capacidad destructiva y de daño ha generado a los planificadores y mandos militares la necesidad de utilizar, con proporción y selección, los sistemas de armas de destrucción masiva generalizada de las formaciones militares y la poblaciones ubicada dentro o en la periferia de los escenarios directos de operaciones bélicas y confrontación de las partes beligerantes, con el objeto de evitar excesivos daños colaterales sobre la población no combatiente que pudieran afectar la legitimidad de su accionar bélico y las bases morales y políticas de su ejecución, con pérdida interna e internacional a causa de sus gobiernos.

Una de las intervenciones armadas más estudiadas hoy en los centros de investigación sobre estrategias militares es la operación militar que ejecuta la fuerza militar de la Federación Rusa en la República Árabe Siria –a pedido del gobierno legítimo de Bashar Al Assad– dirigida a derrotar la agresión armada del autodenominado Estado Islámico, el grupo terrorista Al Qaeda y otras organizaciones calificadas de terroristas, en contra del Estado sirio y su multicultural, multiétnica y pluriteológica población, para instaurar un régimen político de corte fundamentalista islámico, basado en la Sharia, antiguo Código (Ley) basada en esa religión.

En un escenario de guerra caracterizado por el uso generalizado del terror contra la población, los militares y las milicias sirias por parte de los grupos yihadistas, la intervención directa de unidades militares estratégicas de Estados Unidos y apoyo logístico, de las inteligencia y operaciones especiales de Francia, Reino Unido, Alemania, Holanda, Italia e Israel, y la ocupación y control de territorio limítrofe por parte de la República turca para atacar los combatientes curdos y apoyar a sus aliados sirios turkomanos; parecía políticamente imposible una intervención militar rusa en este complejo  escenario bélico y, mucho más, tener un resultado victorioso.

Los planificadores militares rusos, sin embargo, lograron diseñar durante cuatro años una novedosa estrategia política y militar basada en el reconocimiento y apoyo a la legitimidad del gobierno del presidente Al Assad, la aceptación de hecho de los legítimos intereses de otros Estados como Estados Unidos, Turquía y Arabia Saudita, involucrados en ese escenario multiforme de confrontación, la valoración de la legitimidad de los actores políticos internos no yihadistas opuestos al gobierno sirio con el fin de buscar una solución política al conflicto armado interno mediante el Acuerdo de Antanas, y una estrategia militar concebida para el uso de misiles estratégicos no nucleares instalados en unidades de superficie de su Armada Naval, bombardeos de saturación sobre depósitos de armas, centros de mando y control, tropas yihadistas concentradas y en movilidad, sus campos petroleros en producción bajo control, acuerdo con grupos no yihadistas para la creación de zonas de reubicación de sus efectivos y familiares y una efectiva acción social, dirigida a mitigar los efectos sobre la poblaciones civil desplazada o atrapada en regiones con alta conflictividad bélica.

Dentro de este complejo escenario, con intereses y objetivos contradictorios, la Federación Rusa logró, con un mínimo de bajas en sus tropas, convertirse en un factor decisivo en la derrota militar y política del yihadismo sirio e internacional ocupante de su territorio, para lo cual ha sido muy importante el manejo de las fricciones en el terreno, con las unidades militares de Estados Unidos presentes en el norte de Siria –contra la voluntad del gobierno de ese país– que apoya a fracciones armadas internas y con la República de Turquía que, sin renunciar a su presencia invasora en el sur del territorio sirio, comparte con Rusia los esfuerzos  para que se desarrolle el diálogo entre las formaciones internas sirias, mediante una Convención Constitucional que construya las bases de la Siria postconflicto.

Esta inédito experiencia rusa en la milenarias Siria tendrá una presencia muy importante en el el éxito de la «operación militar especial» de la Federación Rusa en la República de Ucrania, dirigida a neutralizar el avance político y militar de Estados Unidos, sus gobiernos satélites europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sobre su territorio, proteger la poblaciones n civil de las declaradas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y combatir las formaciones ultranacionalista y neonazis ucraniana que están al servicio de tales intereses y propósitos de los adversarios geopolíticos de Rusia, lo que ya se manifiesta en el uso selectivo y apropiado de la fuerza letal sobre objetivos estrictamente militares, la aplicación del Derecho Humanitario contenidos en los Acuerdos de Ginebra de 1949 en el tratamiento de los soldados ucranianos capturados o deponentes de sus armas y a la población civil no combatiente, así como la disposición a emprender negociaciones con el gobierno de la República de Ucrania para alcanzar un alto al fuego y cese de las hostilidades militares que generen condiciones para una solución política duradera, mutuamente provechosa para Ucrania y Rusia y sus respectivos pueblos y, con ello, resolver esta grave alteración de la paz y la seguridad internacionales.

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Yoel Pérez Marcano Exembajador de Venezuela en San Vicente y las Granadinas y Belice

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