Una alegría saber que a pesar de todo se reactivaron los carnavales en el mundo, y aun con sus miedos y riesgos la gente disfruta de esa festividad sincrética, que combina lo “divino” y lo “pagano”, luego de la larga suspensión iniciada con la pandemia, que desde 2020 ha restringido este y todo tipo de eventos.
Ya preparado el mundo para dicha fiesta que, de alguna manera, ayuda a evadir el peso de lo cotidiano, llega la noticia que rompe la seudo normalidad y desata la incertidumbre, lugar etéreo en el que hace rato navegamos.
Los ánimos no son los mejores desde la pandemia, las vacunas, hasta el conflicto entre Rusia y Ucrania, todo se confronta con los principios y se toma posición inevitablemente de un lado o del otro. Por estos días sentimos que hubo una gota que rebasó el vaso de la inestable paz en esa región del mundo, puesta en jaque cuando Rusia reconoció a las repúblicas del Donbas. Pero hay que ir más atrás y llegar hasta cuando Occidente, de manera irresponsable, vulnera los acuerdos con Rusia y pretende imponer a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por encima del territorio rusoparlante, con un golpe para instalar un gobierno de corte claramente rusofóbico que incentivó las agresiones a civiles inocentes; un claro ejemplo ocurrió en 2014 cuando quemaron vivos a medio centenar de trabajadores de un sindicato en Odessa.
Descaradas incoherencias de la política injerencista Estados Unidos-OTAN que generan dudas en cierta gente que, a veces de manera simplista, eleva sus tonos a su compás, pero que ha callado vergonzosamente ante las agresiones contra Cuba, Venezuela, Nicaragua, o de Israel a Palestina, ante la interminable serie de invasiones, guerras, intervenciones que lleva a cabo en el mundo hasta el día de hoy. Aún tenemos el sabor amargo de la balcanización de Yugoslavia, las guerras en Medio Oriente y pare de contar. Occidente demuestra día a día, a través de una y otra de sus guerras, el desprecio por la vida de los más vulnerables.
En fin, es una situación compleja, hay que oír todas las partes para mínimamente tener herramientas a la hora de analizar escenarios prospectivos o al menos bosquejar uno. Hay tantas preguntas que nos hacemos en esta coyuntura, la principal es si estamos o no ingresando en una Tercera Guerra Mundial, ¿qué efectos tendría para América Latina un conflicto bélico a nivel global? Detesto la guerra con todas mis fuerzas, no la justifico para nada, duele la muerte de seres inocentes. Leo los razonamientos pro Estados Unidos-OTAN, quienes más países han destruido en nombre de la libertad, el Imperio que interviene golpea y derroca gobiernos y lo tengo claro: no les creo nada de nada.
Sé también que la guerra en esa zona del mundo no empezó el 23 de febrero, sino mucho antes, auspiciada irresponsablemente desde Occidente. En medio de todo veo los desfiles de Carnaval, por televisión y por redes sociales, vuelvo a ver en el arte con su mágica expresión un caudal de energía que permite la catarsis necesaria para seguir adelante, confiando que si bien no es permanente nos demuestra que hay momentos de alegría, fe y esperanza colectivas, que ojalá no perdamos del todo, ni por el Covid-19 ni por los conflictos. Feliz ch’alla. ¡Que se haga la paz!
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Cris González Directora de Correo del Alba