Una de las principales características del gobierno de Jair Bolsonaro, ha sido su poco respeto por la vida; esto no es una novedad dada su abierta y declarada raíz derechista fascistoide. La más reciente evidencia de su poca humanidad ha sido la aprobación en la Cámara de Diputados de Brasil, de un proyecto de ley para flexibilizar las normas de certificación de plaguicidas de uso agrícola, una medida apoyada por los empresarios del sector agroalimentario y criticada por los ecologistas. La gravedad de llevar a cabo esta nueva legislación radica en que autorizaría el uso de pesticidas que están prohibidos por la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) y el Ministerio del Medio Ambiente de Brasil, porque es sabido su riesgo de causar cáncer.
Para el diputado del Partido Socialista Brasileño Alessandro Molon, se trata de una ley que permitirá “introducir en los alimentos sustancias que provocan cáncer, mutaciones genéticas y todo tipo de daños a la salud”. En este sentido el diputado Molon, tiene amplias razones para mostrar preocupación por lo que pudiera suceder en los próximos años en Brasil, una tragedia lenta de efectos letales en la sanidad y el ambiente, que sería consecuencia del uso de estas sustancias tóxicas.
Pesticidas y la siembra de la muerte
Desde el punto de vista económico, los pesticidas o productos fitosanitarios pueden ser considerados beneficiosos porque incrementan la producción y además generan un lucro importante al defender los cultivos de los insectos, bacterias, virus, hongos y controlar el desarrollo de las malas hierbas. Pero el verdadero problema radica en los efectos secundarios que pueden producir en la salud y el ambiente los cuales pueden perdurar por décadas y generaciones.
Por una parte, estas sustancias tóxicas tienen una propiedad que son persistentes y bioacumulables; es decir, una vez utilizadas penetran y se establecen dentro de los suelos lo cual amplifica los daños a nivel ambiental. Además, a través de estudios científicos se ha verificado que inclusive son afectadas las células germinales de los sujetos que son expuestos a estos productos con la consabida probabilidad de que las enfermedades producidas por los mismos, puedan ser transmitidas a las generaciones posteriores.
Numerosos estudios demuestran que muchos de estos productos fitosanitarios tienen efectos carcinogénicos. La doctora Patricia Gentilini, especialista en Oncología, refiere que la exposición a plaguicidas, bien sea por motivos laborales o de otro tipo, puede producir sobre todo cánceres en la sangre como leucemia, linfomas de Hodgkin y mieloma múltiple. Así mismo hay evidencia científica que corrobora que pueden causar graves daños al sistema inmunológico, al sistema endocrino especialmente a la tiroides, reducir la fertilidad masculina, además de causar afectaciones neurológicas y cognitivas irreversibles, incluyendo el riesgo de enfermedades neurodegenerativas en la edad adulta, como el Parkinson. Refiere la doctora Gentilini, que inclusive se han verificado daños en la salud infantil por la exposición de las madres durante el periodo de gestación, esto incluye patologías como otitis, asma, estrés respiratorio, reducción del crecimiento fetal y malformaciones.
No solo el ser humano es afectado por los pesticidas, sino también el medioambiente con la contaminación del suelo y del agua, la acumulación de residuos de estos productos en las cadenas alimenticias de los animales y la alteración del equilibrio ecológico. Es necesario tomar en cuenta que estas sustancias fitosanitarias pueden evaporarse en el aire y luego hacerse presentes en la lluvia lo cual amplía su radio de acción. No cabe duda que la posible aprobación en Brasil de una ley que permita el uso indiscriminado y sin control de pesticidas causaría un daño de dimensiones incalculables, confiamos en que prevalezca la razón y la humanidad ante la irracionalidad de la acumulación capitalista que va en línea directa contra todas las formas de vida posibles.
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Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia