Migración y memoria

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Estamos obligados al estímulo permanente de la memoria, porque si no la desmemoria puede actuar como un elemento desmoralizador de todo un pueblo.

Venezuela hizo lo suyo en la práctica, hace unos 50 años, antes lo había hecho con los europeos. Un proverbio chino, con relación al tema de la migración: “La puerta mejor cerrada es aquella que puede dejarse abierta”. Y fue así, como llegaron a este territorio tropical: caribeño, argentinos, chilenos, uruguayos, brasileños (un poco menos); venían de países en los que las botas militares los hicieron salir con mucho dolor de esas patrias hermanas, cárceles, torturas, desapariciones, robo de sus hijos menores, negación de los derechos políticos.

Es verdad que se fueron a Europa y allá los llamaron sudacas; pero, no es menos verdad, que también se vinieron a Venezuela y por lo menos llegaron a vivir aquí, con nosotros, unos cuatrocientos mil hombres y mujeres procedentes de esas lindas tierras sureñas. Tuve y tengo grandes amigos de esos pueblos mencionados. El trato recibido  en esta patria de libertadores ha sido siempre muy distinto al recibido por ellos y ellas en el llamado Viejo Continente, sobre todo en España, donde se les aborrecía hasta más no poder; aunque debe de haber excepciones, como en todo.

De Bolivia, Perú, Ecuador y por supuesto, de Colombia, asimismo, llegó a este país cuantísima migración del Cono Sur. En este país fueron felices, y a pesar de la crisis que empezamos a vivir, una vez fallecido el líder del proceso bolivariano, Hugo Chávez, muchos se quedaron.

Así aprendimos con ellos y con ellas, mucho más, acerca del futbol, del arte culinario, de la música, de la literatura, de la poesía, del cine; pero que también aprendimos marramucias como el paquete chileno, y formas de crimen aberrantes como lo es el sicariato.

Zygmunt Bauman, sostenía que “ver a través de las propias experiencias; y mostrar que los aspectos de la vida aparentemente familiares pueden ser interpretados de una nueva manera y vistos de una manera diferente”, de allí parto para rescatar la memoria de esos aspectos bien familiares para nosotros; pero no solo de nuestros hermanos latinoamericanos, cuyos padres y madres vivieron esta misma realidad, por la cual hoy atravesamos venezolanos y venezolanas; y aquí vuelvo al polaco Zygmunt Bauman, quien fue fiel también a una conocida máxima entre sociólogos que llama a no confundir un problema social con un problema sociológico (dado que los medios y actores políticos que definen algo como “problema” realizan una definición atravesada por sus propios intereses y agendas).

Es por eso por lo que Bauman, advertía sobre el hecho de que la “crisis migratoria” llegaría a convertirse en el problema social que más ansiedad iba a producir entre los europeos. Sino que, de la misma manera, ahora podemos decir, parafraseando a Bauman, aquí sería regar el miedo entre los chilenos, peruanos, ecuatorianos y colombianos; sobre todo cuando Bauman, afirma, es su crítica, que dicha percepción fue provocada por los “generadores” y “administradores terrenales del miedo oficial” y cuya utilidad es indiscutible para éstos, dado que “el miedo oficial de sus súbditos es lo que en último término los mantiene en el poder”.

Y es por eso mismo que usan el tema de los migrantes venezolanos y nuestra situación económica, para meter miedo en grado superlativo en cada elección presidencial que se van sucediendo en esas queridas Repúblicas de nuestro continente; en mayo vienen las de Colombia y en octubre las de Brasil, seremos testigos del mismo terror que le van a infligir a sus ciudadanos con el tema de Venezuela; pero mucho más el estímulo de la memoria va hacia nuestros compatriotas, para que entiendan mejor en qué consiste esta crisis migratoria que los mantiene en el exterior, para que no se sientan desmoralizados.

De verdad, me sentiría bien  contento al saber que conocen mucho más de lo que se trata, que quien suscribe este artículo de opinión.

En el caso del miedo “a los extraños que llaman a la puerta”, como afirmaba Bauman, los gobiernos, que parecen asumir su escasa eficacia para contrarrestar la tendencia a la precarización de la clase media en sus países o sus limitados alcances para combatir otros problemas puntuales, aparecen frente al asustadizo ciudadano (que de por sí tiene que aprender a vivir y a digerir una buena dosis de incertidumbre en su cotidianidad) como agentes políticos capaces de mantener a raya a los recién llegados, ya sea encerrándolos en campos de refugiados o rechazándolos. El tema apasiona y es como que obligado volver.

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Isrrael Sotillo Economista venezolano

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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