Orden caótico en transición histórica

63

Una rápida visión de la situación mundial permite concluir que el planeta Tierra se encuentra en medio de la mayor concentración de cambios diversos que haya tenido desde los tiempos del derrumbe de los imperios romanos, de comienzo del segundo milenio de  Nuestra Era. Pero, a diferencia de aquella, se produce en la totalidad de los territorios, nacionalidades, pueblos, etnias y Estados que la integran. Por lo que más que crisis terminales sistémicas, no es aventurado referirnos a transiciones incontrolables de civilizaciones, modos de vida e integraciones y reorganizaciones que afectan el presente y futuro planetario y, por proyección, al sistema galáctico del entorno del planeta.

Veamos, afirmar que existe un agotamiento  de los sistemas de clases que se construyeron sobre la primitivas sociedades, cuya última etapa es el decadente sistema capitalista, es una verdad incontrastable, pero el horizonte inmediato de tal realidad no parece ser  la aparición de la vaticinada etapa histórica socialista, sino una incertidumbre creativa y conflictiva -y hasta pudiera ser catastrófica- que permite avizorar cambios de velocidades diversas,  propósitos direccionales contrapuestos y antagónicos, con presencia de periferias culturales emergentes, diversidades etnoantropológicas resistentes, novedosas propuestas eco-ambientalistas y un maravilloso, deslumbrante e impredecible desarrollo científico técnico que pareciera poder controlar e imponer las variadas formas de vida preexistentes, sin que hasta el momento haya una propuesta de formulaciones  teóricas que haga posible tan inmensas potencialidades y posibilidades de bienestar social y equitativamente distribuidas, con el fin de evitar que una repetición injusta de la riqueza, globalmente producida, pudiera generar las inequidades propias del actual sistema de distribución capitalista y estatista que caracteriza el orden caótico en transición.

El Estado, como construcción jurídico-político que representa la mayor contribución preservada de la historia moderna y, en particular, el Estado Nacional, ideado por los pensadores burgueses para delimitar los espacios de poder y control de la riqueza territorial y la población, parece vivir su periodo de mayor amenaza existencial ante el desarrollo capitalista que derivó, en el siglo XIX, en una etapa superior,  que el pensamiento marxista  calificó como  Imperialismo, el cual  superó en su espacio, medios y propósitos, el arcaico sistema imperio-militarista dirigido a conquistar territorios, colonizar naciones y pueblos para fortalecer su propio desarrollo nacional de potencia económica; lo que convierte hoy al planeta Tierra en un mercado global, anárquico, desigual e injusto que favorece a unos pocos Estados y sus corporaciones globales. Mientras afecta negativamente las posibilidades de un desarrollo equilibrado y sustentable del conjunto de las formaciones históricas y las creaciones políticas que se han generado -por distintas vías y medios- en los últimos 500 años de historia de la Humanidad, que tiene como referencia el inicio de la ocupación, conquista, colonización y explotación humana, cultural y territorial de potencias Europeas en casi todo el orbe terráqueo.

Y, por último -solo limitado a lo más trascendente- hemos de destacar las devastadoras consecuencias pasadas, presentes y futuras que ha tenido en la vida natural generada por miles de años de cambios en la vida de los seres que han poblado este maravilloso planeta azul por una estrategia depredadora de explotación de todo ser viviente y su hábitat frágil e irrepetible que, a más de extinguir y de formar  parte de la infinita variedad genética y  microbiológica de la flora y la fauna -incluido el ser humano- mantiene con nuevos medios tecnológicos atacando aguas, aires y profundidades del territorio de la tierra en búsqueda de metales preciosos, materiales estratégicos, medios energéticos hidrocarbonados y tierras raras. Ya no solo en los territorios de superficie del planeta sino, también, en el territorio subacuático de sus aguas superficiales y en el subsuelo oceánico-marítimo, sin contar los irreversibles daños que ello produce en la calidad de vida y posibilidades de sobrevivencia de las especies más vulnerables y el impacto global que los gases de efecto invernadero, los materiales y substancias industriales, producen en las aguas de superficie y subterráneas y en la calidad del aire y las aguas en su proceso de regeneración natural por la vía de los amenazados bosques,  destrucción de la  capa de ozono que protege a los y las terrícolas de los rayos ultraterrestres.

A manera de conclusión, y tomando en cuenta la inmensa capacidad destructiva del armamento nuclear fabricado por las grandes  potencias de Estados Unidos, la Federación Rusa, China, Reino Unido, Francia, Israel, R.P.D de Corea,  Pakistán, India y potencialmente la República Islámica de Irán, es forzoso concluir que el estadio de la transición terrenal es un peligroso momento de la milenaria historia de la vida planetaria, que exige cambios paradigmáticos capaces de reconocer  los cambios culturales, tecnológicos, económicos, ambientales y políticos que se han producido en esta etapa de la humanidad y su planeta tierra. Con el fin de aceptar la evidente y necesaria variedad cultural existente, la conveniencia de preservar toda formación histórica que ha resistido el paso del tiempo y las vicisitudes traumáticas y hasta trágicas de la vida terrenal, replanteando un modo de vida y una forma de organización social y de actividad creativa, productiva, distributiva y consumidora que, interrelacionando todas los Estados y demás formaciones socio-culturales, respeten su variedad y particularidades, se desagregue el extractivismo irracional, la explotación depredadora de los bosques originarios y de los sistemas de biodiversidad vitales para la vida en la tierra.

Medios políticos que permitan que cada Estado-nación pueda decidir soberanamente y respetando los derechos e interés legítimos de los demás, el desarrollo del modo de vida deseado, según sus tradicionales, costumbres y necesidades. Afirmando la paz, el desarrollo con justicia social y el respeto a la dignidad de la persona humana, la particularidades vivenciales y existenciales de los pueblos y la preservación y protección de la vida animal en todas sus espacios naturales, así como el desarme de todos los medios de destrucción masiva y la afirmación del espacio ultra planetario como posibilidad de uso pacífico y en beneficio  de todos la Humanidad.

Es un sueño posible que debemos construir ahora, antes que sea tarde.

___________________________________________________________

Yoel Pérez Marcano Exembajador de Venezuela en San Vicente y las Granadinas y Belice

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí