Aceptar desde el MAS la propuesta de federalismo de Camacho no es una estrategia política astuta para desinflar la movilización política de derecha en las regiones, sino un error político que les dará a esos sectores una agenda política para desestabilizar al gobierno del MAS durante los próximos años.
Las discusiones en torno a los márgenes que adquirirá el federalismo se convertirán en la trinchera y agenda para la lucha de las derechas regionales. Con seguridad, la demanda de un nuevo pacto fiscal (es decir la demanda de mayores recursos para los departamentos), así como la designación departamental de autoridades policiales, se convertirán en los puntos de lucha más importante y de desestabilización contra el gobierno del MAS.
El proyecto de las derechas regionales no apunta al «desarrollo regional», o a cortinas de humo de ese tipo, sino a la toma del Estado central. Ése ha sido el proyecto de la élite cruceña desde los 70 (lo logró vía Bánzer); y posteriormente el periodo neoliberal fue el momento de repartición del Estado entre las élites regionales. Las movilizaciones “cívicas” actuales buscan generar una crisis que de pie a una nueva caída del MAS; una de sus falencias centrales es la ausencia de elementos concretos para denunciar y movilizarse (de forma patética se anclan por ejemplo en el proyecto de Ley del Programa de Desarrollo Económico y Social cuyo contenido ni siquiera sus diputados se han tomado la molestia de leer). Dar pie a la discusión federalista es entregar en bandeja de plata el marco de discusión y movilización que la derecha busca desesperadamente. Sin duda que aceptar la propuesta federalista de Camacho puede ser el segundo error político más grave del MAS después de la elección indefinida como derecho humano.
Pero tampoco debe quedar duda de que, independientemente de la posición del MAS, el federalismo se posicionará como la bandera de la oposición, y muy probablemente generará amplias movilizaciones pues se anclará no solamente en los sentimientos de rechazo al MAS, sino en los de marginación política y socioeconómica muy prevalecientes en los departamentos opositores. Por tanto, una lógica de sólo responder «no» a la demanda federalista está destinada al fracaso y sólo potenciará al movimiento opositor.
En 2009, la defensa del MAS frente al movimiento autonómico se asentó en una confianza en la abrumadora mayoría electoral que lo apoyaba y la fuerza de lo «Plurinacional» como horizonte discursivo. Sin embargo, 12 años después la situación es diferente y ya no se puede confiar en ninguno de estos dos elementos. Con extrema urgencia, se necesita contraponer un discurso y una agenda creativas que no pueden ser un simple reciclaje del fondo discursivo 2005-2009.
No tiene sentido lanzar ideas al azar, pero sí es necesario identificar el fundamento que hace posible la agenda federalista y, a partir de allí, proponer líneas de desarrollo. El fundamento del discurso federalista radica en la hegemonía económica y social de la élite cruceña sobre la mayor parte de ese departamento; sin embargo, ninguna de las otras capitales departamentales opositoras tiene ningún tipo de hegemonía sobre sus regiones rurales o ciudades intermedias (tal vez con las excepciones de Tarija y Beni, pero que en realidad son departamentos fragmentados internamente con polos subregionales). Las capitales opositoras están rodeadas por regiones indígenas y campesinas no sólo no afines a ellas, sino en la mayoría de los casos contrapuestas a ellas (y no sólo en las áreas rurales, sino en sus propias manchas urbanas – los “mal nacidos” de Poppe). Por tanto, el federalismo es un movimiento fundamentado en el sólido poder departamental de la burguesía cruceña y en el frágil poder urbano de las élites de capitales departamentales sin hegemonía rural. En ese sentido, la contrapropuesta del MAS debe asentarse en este hecho estructural, pero no apelando a la lógica antropológica de las autonomías indígenas (un pueblo indígena = un territorio), sino repensando una reconfiguración territorial que responda a la realidad contemporánea en la que se articulan espacios rurales y espacios urbanos, y convertirlos en territorios con poder que funjan como contrapesos políticos y económicos frente a las rancias élites departamentales. Al proyecto reaccionario de una federación de departamentos es necesario contraponer un proyecto de una federación de territorios urbano – rurales que sean transversales a los propios departamentos e inclusive a las ciudades, que han sido las configuraciones territoriales del poder tradicional en Bolivia.
___________________________________________________________
Arián Laguna Politólogo boliviano
Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a
