David, simplemente, David

85

Éramos niños cuando en la escuela una monja, de ojos azules y cabello de trigal, nos habló de un tal David derrotó con su honda al gigante Goliat. Este manso pastor de ovejas, con apenas una piedra sepultó la atrocidad y la barbarie, así lo cuenta la Biblia de los católicos y cristianos.

Crecimos y marchamos a buscar la vida y otro David se nos cruzó en los caminos. Este no tenía porte de pastor, pero sí de guerrero. Este no era callado y siempre andaba sonriente, tenía la tarea, entre otras, de romper los silencios con su humor relancino y justiciero.

Este David, aunque no era pastor, curiosamente era de la Pastora, bucólica parroquia peinada por la brisa del Wuaraira Repano, tal vez el primer peine que alisó la oscura melena que con los tiempos se tornó blanca como las nieves perpetuas del pico Bolívar.

Sin ser plomero, el plomo lo acompañó siempre. En su estómago quedó la huella de la bala asesina. Este David de chanzas era muy serio a la hora de encarar las tareas serias. Guerrillero en los bloques y veredas, urbano sin ser urbanista, profundamente humano e internacionalista.

Este David, espantador de tábanos y cortador de espinosos carrizales, trasnochador de noches en medio de los bajumbales, andariego de caminos por Aragua, Guárico, Falcón y Miranda, con la mochila al hombro y con los pies hinchados.

El capitalismo es una vaina, yo lo aprendí llevando coñazos, afirmaba jocoso el hijo del viejo David y de Enriqueta. Golpes tras golpes y la sonrisa en la mirada burlona era la respuesta a los torturadores. Indoblegable David, invencible siempre frente al aparato de la tortura fascista.

Este David inquieto muy pronto fue ganando extraños amigos…Marx, Lenin, Mao, Fidel, Che, Camilo, Mandela, el Tío Ho. Estos amigos lejanos se encargaron de acercarlo al pueblo y fundirlo con él.

El vértigo se hizo su compañero fiel y no le quedó más remedio que aprender a sonreír con su Jefe que escabullido por las zaguanes de San Agustín, les dejaba el pelero a sus perseguidores.

Sonaba mi teléfono y era él con su voz enguerada y llena de amor. Coño vale, aquí estoy, con este bastón y esta andadera que Sara me arrima para que mire por la ventana, leí tu escrito dedicado a Jerónimo y me cargué de llanto y de recuerdos del Turimiquire.

Con Cortázar, digo que tuve un hermano que vi muchas veces y aunque no importara siempre presentía. El hermano vivo, el hermano atento, vigilante, le tomé la voz y la palabra y  su mirada de cristal del cielo se me quedó grabada en el alma.

David, simplemente David, el compañero fiel, el hermano, el camarada revolucionario. El que afirmó querer ser el muerto y no su hermano Jorge. El que abrazó a los cuatro vientos el canto de Alí Primera. El que besó la frente lúcida de Carmelo Laborit. El que lloró por Aquino y por el Filósofo.

David, simplemente David, el terrón azucarado de la montaña caraqueña, el del barrio y de la salsa. El animador de noches estrelladas en las montañas azules de Venezuela. David, el pícaro sonriente de la bala plateada. El de Whitman que se cantó y se brindó así mismo. El de Neruda que confesó haber vivido. El de Andrés Eloy pintando angelitos negros. David, David, el de la relatividad de estos tiempos infinitos…

_____________________________________________________________

Félix Roque Rivero Abogado venezolano

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí