La oligarquía cruceña y el mito de la convivencia democrática

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Tras el enfrentamiento político entre el MAS y la oligarquía cruceña el 2008, se produjo un pacto tácito entre ambos: una fracción de la oligarquía cruceña aceptaba el control del MAS sobre el Estado central, pero a cambio ella continuaba reproduciendo su poder económico. Es decir, unos se dedicarían a gobernar, otros a hacer dinero. Más allá de las objeciones éticas que se puedan plantear, lo cierto es que las correlaciones de fuerza mostraban que Santa Cruz y su proyecto regional ampliado no tenían la potencia suficiente para interrumpir el mandato del MAS, pero también que éste no estaba en condiciones de imponer un modelo económico o político alternativo en Santa Cruz. Sin embargo, el error histórico del liderazgo del MAS radicó en creer en este pacto y contentarse con él, pues una cosa es verse forzado a firmar un pacto de no agresión y otra es creérselo. Ahora, aquí está la paradoja pues “el modelo de desarrollo cruceño” tiene como condición de posibilidad la succión parasitaria de recursos estatales, por tanto, el pacto “tú gobiernas, yo hago negocios” es una ficción porque la separación entre economía y política es inviable para cualquier burguesía. Es más, la oligarquía cruceña no solamente se ha beneficiado históricamente del Estado central boliviano, sino que es producto histórico de él. Por tanto, no sólo es importante preguntarnos si la oligarquía cruceña – de forma totalmente contradictoria a su discurso y por tanto de forma sintomática – puede vivir sin el Estado central, es decir, si el modelo de reproducción de la oligarquía cruceña puede sobrevivir sin succionar recursos estatales de forma sistemática, sino cuestionarnos si no se trata de una clase que siempre buscará la toma violenta del poder cuando no tenga el control o al menos acceso al poder del Estado central. En otras palabras, se trata de preguntarnos si no se trata de una clase inherentemente golpista.

Los dos fundamentos históricos de la riqueza de la oligarquía cruceña han sido la renta de la tierra y la obtención de recursos estatales a fondo perdido. Sobre estos dos elementos primero han existido y luego han diversificado sus actividades; sin embargo, sus bancos, industrias ligeras y aerolíneas siempre han sido garantizadas y dinamizadas con salvatajes estatales, ya sea a través de créditos a fondo perdido o a través de prácticas monopolistas y acuerdos internacionales solamente beneficiosos para ellos. El primer ciclo de esta forma de acumulación parasitaria fue el de la sustitución de importaciones agrícolas post 52 (arroz, azúcar, carne y madera). No es, como se ha dicho, que el MNR soñó e ideó en su cabeza la construcción de una burguesía moderna y Santa Cruz fue el espacio de concreción de ese proyecto moderno; el MNR era una tensa articulación de diversos sectores desde la izquierda lechinista y porista hasta una derecha de gamonales reciclados (a la cabeza de estos, Wálter Guevara Arze). Santa Cruz se convirtió progresivamente en el espacio de refugio de la derecha emenerrista y de construcción – con directa participación estadounidense – de una élite burguesa que hiciera contrapeso a la amenaza minera comunista y a la movilización campesina andina – en muchos momentos incontrolable. Estadounidenses, emenerristas y militares regalaron tierras, carreteras, maquinarias, ingenios y millones de dólares a fondo perdido a la reconstituida oligarquía cruceña para hacer de ella un grupo dominante en el país; fue un acto puramente político. Justamente cuando el polo izquierdista de la Revolución del 52 intentó retomar el poder con Tórrez y la Asamblea Popular en 1970, la oligarquía cruceña vía Bánzer instauró la dictadura más larga de la historia del país.

Tras la derrota de la UDP en 1985, los estadounidenses y los empresarios tanto del occidente como del oriente del país, a través del Eastern LowLands Project, se abocaron al fortalecimiento de la oligarquía cruceña con el inicio de un nuevo ciclo de acumulación, esta vez en torno a la soya. Pero esta vez los cruceños ya no eran cuatro falangistas correteando en la Plaza 24 de septiembre; ya tenían un partido de alcance nacional (ADN) y una importante presencia en el ejército. Eran, además, un conjunto de familias, con nexos no solo familiares sino también empresariales y con espacios corporativos como sus logias y comparsas, dispuestos a tomar el país. No pudieron hacerlo plenamente, pero participaron de todos los gobiernos del ciclo neoliberal.

Como decíamos al principio, la relación entre la oligarquía cruceña y el MAS fue complicada. El periodo 2006 – 2008 fue de enfrentamiento abierto; el objetivo era derrocar a Morales y al MAS. Tras un empate no a nivel nacional sino en sus regiones de influencia, se produjo un pacto tácito entre ambos. Lo peligroso es que el liderazgo del MAS se dejó seducir por el modelo empresarial cruceño; no sólo eso, sino que fue penetrado por algunas de sus fracciones. En Santa Cruz, el MAS en esencia es un partido de campesinos y de farmers emergentes, pero los hilos dominantes son tratados de ser controlados por una capa de empresarios camaleónicos. Aquí parece que más que “absorber a Santa Cruz bajo la hegemonía del MAS”, el MAS de Santa Cruz pareció verse envuelto en el modelo de capitalismo rentista cruceño.

Sin embargo, mientras unos intentaban seducir a Morales, otros conspiraban visceralmente. Y es que éste es un hecho estructural en la historia de la oligarquía cruceña: está compuesta por distintas fracciones que se dedican a diferentes actividades; en cada uno de los ciclos de relacionamiento con el Estado, algunas fracciones se acomodan al modelo de desarrollo del Estado, pero otras tienen problemas con precios internacionales, acumulación de deudas o sienten amenazadas sus actividades especulativas; son éstas las fracciones que se politizan, utilizan un discurso anti “colla” y lideran los enfrentamientos contra el Estado central.

La logia más reaccionaria (y la que mayores conflictos tuvo con el MAS) fue la que lideró el asalto del poder en 2019. Durante su aventura golpista de 2020, uno de sus logros, vía Branko Marinkovic, fue el Decreto Supremo 4272 con el que se potenciaba un nuevo ciclo de acumulación con un regalo estatal de 18,1 mil millones de bolivianos, la donación más grande al empresariado boliviano en la historia del país. Esa breve aventura golpista fue un ejemplo tragicómico de la lógica empresarial boliviana especialmente asentada en Santa Cruz.

La progresiva disolución de los nodos estructurales de la oligarquía cruceña es una tarea nunca antes emprendida; por tanto, estamos ante una necesidad inédita. Pensar en la vía insurreccional es desconectarse de la realidad. Lo que se debe hacer es pensar, estrategizar e inventar. Por ejemplo, una vía importante e históricamente factible han sido los procesos de disolución de la gran propiedad agrícola a través de su campesinización. De hecho, el lento declive histórico de la oligarquía cochabambina a fines del siglo XIX se dio como consecuencia de la progresiva compra de sus tierras por parte de los colonos de hacienda – pero también porque la oligarquía minera occidental construyó ferrocarriles que conectaron a las minas con el extranjero, haciendo poco competitiva la producción agrícola cochabambina. Otro ejemplo es la iniciativa de INCORA en Colombia que financió la compra de tierras de los campesinos a los grandes latifundios. Lo que se necesitan son estrategias, no sólo en el campo económico, sino mediático y cultural, para carcomer lenta y pacíficamente las estructuras que sostienen su poder, y no dejarnos absorber por la lógica de quien claramente está al otro lado de la historia.

FUENTE Abya Yala

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Arián Laguna Politólogo boliviano

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