El discurso de odio en la élite cruceña

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A menos de un año de la recuperación de la democracia, Bolivia volvió a escuchar el retumbe del discurso de odio desde las voces de la élite cruceña. En septiembre de 2020, Santa Cruz vivió su efeméride sumida en la crisis sanitaria, económica y social. Este año, cuando el aniversario cruceño encuentra un tiempo de alivio de la tragedia, los chicotazos, agresiones e insultos racistas retornan inescrupulosamente a la plaza 24 de Septiembre.

En un acto lamentable y bochornoso, la primera autoridad departamental —el inefable Luis Camacho— y el dirigente cívico Rómulo Calvo —conocido por llamar “bestias humanas” a la gente del pueblo— desataron discursos de odio que se extendieron contra dirigentes indígenas de Conamaq (Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu) presentes con la wiphala, otra vez profanada.

Ambos representantes de las élites cruceñas deshonraron la gesta libertaria cruceña de 1810. Además de la verbalización ofensiva a las y los presentes en los actos protocolares, de dar la espalda a quienes rendían su homenaje a los libertadores como Ignacio Warnes y miles de indígenas combatientes, de quitar la palabra al Presidente en ejercicio, motivaron el chicotazo de una multitud sobre una autoridad indígena de Occidente.

Estas acciones discriminatorias y racistas, penadas en la Ley 045, retroceden al departamento más atrás de la República, acaso a la Colonia, cuando la supremacía blanca aplastaba cualquier atisbo de derechos de la otredad (Sartre). Camacho y Calvo superan incluso a los Áñez que en las efemérides de 2020 evocaron el discurso republicano y oscurantista de la fe, como deseo reprimido para las tierras cruceñas.

Detrás de las alusiones a la libertad y democracia, el discurso de odio manifiesto en hechos violentos deja entrever una Santa Cruz siempre en el pasado. Atrapada en la visión colonialista de sus élites, pareciera que aún no puede salvarse de sí misma. Ni siquiera con la autoridad  departamental inefable, electa por el voto popular, la cruceñidad logra construir un horizonte de posibilidad, como diría René Zavaleta.

¿Hasta cuándo estos lazos atávicos de la historia oprimirán a todo un pueblo, llamado generosamente crisol de la bolivianidad? Viendo las imágenes del bochorno, salta otra cuestionante ¿qué tanto sirve la agroindustria, la industria, las exportaciones, si debajo se esconde el desprecio por la diferencia? La contradicción no es sólo económica, es subjetiva y más peligrosa.

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Claudia Espinoza Iturri Periodista boliviana.

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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