El reconocido periodista palestino Mohammed Ali Eltaher terminaba de escribir unas notas para el periódico Al-Shura y procedía a beber un té de menta hirviendo que calmaba su ímpetu de periodista. El té le calmaba, era el reposo de largos dos minutos tan necesarios para él. En la oscura oficina de paredes altas observaba distraídamente los cientos de fotos pegadas en desorden. La redacción era ese espacio abarrotado de muebles de madera desbordados de ejemplares de diarios antiguos, papeles con anotaciones de alguna importancia, carpetas, cuadernos, libros. Detrás de su escritorio, sorbo a sorbo reflexionaba sobre el mundo de esos días, y de su papel como editor y fundador de aquel medio de comunicación. Los retratos colgados en su muralla contaban historias, constataba el desorden de papeles que atiborraban su mesón mientras afuera bullía la calle en el centro de El Cairo, en el Egipto del 1947.
Pronto comenzaría por fin a organizar al menos el escritorio donde escaseaba el espacio. En eso estaba cuando unos golpes a su puerta lo alertaron, se terminó el té de un sorbo y ordenó entrar a su secretario, quien azorado le entregó un telegrama urgente. El periodista volvió a su escritorio y abrió la comunicación que decía:
“EL EMIR MOHAMED ABD EL KRIM ALKHATTABI. DEJÓ ADEN [Yemen]
23/5/47 [a bordo del] S/S KATOOMBA=
[firmado por Abdo Hussein] ELADHAL.”
El palestino abrió los ojos, sorprendido, y ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar a lo que acababa de leer. Se levantó, salió de su oficina y se dirigió hacia la mesa de su secretario apresuradamente, llevándose por delante carpetas y cuadernos, cogió el teléfono y procedió a llamar a uno de sus contactos que habría conocido por ser partidario de los grupos anti-colonialistas del Magreb. Apenas sintió que descolgaban el teléfono, sin más cortesía dijo: «Activa a los miembros del movimiento, que se reúnan esta noche en Al-Shura, te llamo más tarde». Y colgó sin esperar una respuesta.
Volvió a su oficina para hacer espacio en su escritorio, empujando carpetas y recortes. Buscó entre los cajones para encontrar sus mejores papeles. Debía escribir un mensaje digno de un rey.
Su Majestad el Rey Palacio Koubbeh – Cairo
He recibido un telegrama proveniente de Aden, indicando que el Emir Abd el-Krim El-Khattabi, Emir del Rif en Marrakech [Marruecos, llamado así por los árabes del Levante en esos años] y desde hace veinte años, prisionero de los franceses en la isla de La Reunión, está actualmente en su camino a un nuevo exilio en el sur de Francia. Él llegará mañana martes a Suez a bordo del barco ‘Katoomba’. Su rescate cae en la gentil consideración de Su Majestad al invitarlo a desembarcar. Francia no tiene autoridad sobre él salvo la de un secuestrador con su secuestrado. Él no es francés, y mientras el barco esté en nuestras aguas, por ley está bajo la autoridad del Gobernador de Suez. Las históricas buenas obras de Su Majestad a los ojos del mundo islámico me han inspirado a someter este asunto a Su Majestad junto con mis plegarias (al Todopoderoso) para que proteja a su sublime persona.
Firmado;
Mohamed Ali Eltaher
Presidente del Comité Palestino en Egipto
Guardó su pluma y miró el mensaje una vez más, suspirando. Cogió su chaqueta y se alistó. Se estaba preparando para una larga carrera.
El periodista salió a la calle y atravesó las abarrotadas veredas de El Cairo. En la ciudad llena de transeúntes y mercaderes se le iba a hacer difícil conseguir un coche que le llevara con rapidez al Palacio. Tampoco iba a mandar su mensaje al despacho del Rey, ya que sabía que podrían entregarle demasiado tarde su urgente petición y ya no había tiempo.
Secó una vez más el sudor de la frente, agotado solo se detuvo en la entrada del Palacio.
Un guardia recibió la carta de Eltaher, quien ya era un conocido del Rey y había estado antes allí, y la llevó directo a la residencia del Rey, el Palacio Koubbeh, casi al instante.
El comandante de la guardia entregó el telegrama al Monarca, quien se dice que lo leyó y lo guardó en su bolsillo, mostrando así la importancia que le dio al mensaje.
El Rey le ordenó al comandante que le dijera al Primer Ministro y al Jefe del Gabinete Real que se reunieran con él el día siguiente, temprano, en su oficina del Palacio de Abdín, para discutir un asunto de vital importancia.
Eltaher se limpió el rostro nuevamente y comenzó a caminar de vuelta a su oficina, donde esperaban los militantes de los movimientos de liberación del Magreb, había que planificar el rescate de Abd el-Krim. Mientras caminaba repasaba en su mente la vida de aquel mítico rifeño.
Fotografía: Telegrama de Eltaher al Rey Faruq / Créditos: Eltaher.org
Muhammad ibn Abd al-Karim El-Khattabi
Nació en Axdir, sin saberse con exactitud si fue en 1882 o 1883. Hijo de Abd el-Krim el-Khattabi, un cadí (juez especialista en leyes y derecho musulmán) rifeño de la tribu de los Beni Urriaguel.
Luego de haber sido instruido en una enseñanza tradicional islámica, fue enviado a terminar sus estudios del bachillerato en Tetuán y Melilla, para que a sus 20 años se trasladese a Fez para instruirse en derecho islámico en la Universidad de Qarawiyyin. También estudió en la Universidad de Salamanca, en España.
Su hermano, Mahmed, estudiaría Ingeniería en Minas en Málaga y Madrid. Ambos recibieron una educación española, y dominaban los idiomas rifeños, español y el árabe.
El joven Abd el-Krim trabajó para la colonia española como traductor de árabe en la Oficina Central de Tropas y Asuntos Indígenas de Melilla, donde además escribía artículos en árabe para el periódico El Telegrama del Rif. Pronto, y a corta edad, fue nombrado cadí de Melilla, para que a sus 30 años se convirtiese en Cādī al-qudāt, jefe de los cadíes.
Sin embargo, los conflictos europeos iban a repercutir en todo el mundo, y las potencias europeas arrastrarían a sus colonias para cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914. Abd el-Krim continuó con su labor y su cargo como jefe de los cadíes, pero los franceses comenzaron a tener sospechas de que Muhammad podría llegar a colaborar con los alemanes.
La colonia francesa le abrió un expediente en el que pudieron ver las intenciones anti-colonialistas de Abd el-Krim. Fue enjuiciado y su pena fue la prisión. Se vio encarcelado en el fuerte de Rostrogordo (ubicado en las afueras de Melilla), pero el espíritu indomable del rifeño lo impulsaría a intentar fugarse, hecho que terminó con Abd el-Krim rompiéndose una pierna al caer de un muro. Tuvo que pasar un año más en prisión. Al salir en libertad volvió a su cabila, donde comenzaría a preparar su lucha.
En 1920 se inicia otra vez la lucha libertaria del Rif contra los colonos europeos. Para 1921 Abd el-Krim ya era el líder indiscutido de la lucha anti-colonialista en el norte de África. Contando con el apoyo de las cábilas que poblaban la zona, preparó el alzamiento general del Rif. Muchos de los soldados indígenas que formaban parte del Ejército español se vieron motivados a unirse a la lucha anti-colonialista y pelear junto con Abd el-Krim.
Continuará…
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Sebastián López Cineasta chileno
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