Fora Bolsonaro, fora, gritan los excluidos y excluidas

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Son las voces de miles de excluidos y excluidas que levantan sus puños en señal de indignación frente a las amenazas de tinte golpista del presidente Jair Bolsonaro, perteneciente al Partido Progresista PP de la ultraderecha. El mandatario brasileño intenta truncar el proceso electoral venidero del 2022, así como derrotar la democracia para perpetuarse en el poder violentando la Constitución, el marco legal, el Derecho Internacional, la Carta Constitutiva de las Naciones Unidas, e Instrumentos Internacionales en materia de derechos humanos.

Brasil evidencia una de las brechas sociales más críticas de Suramérica y el mundo, así como un abrupto y sistemático atropello a los derechos humanos del pueblo brasileño.

Los gobiernos del Partido de Los Trabajadores (PT), con importantes logros en desarrollo social, humano, ejercicio de derechos, la eliminación de carencias en salud, educación y cumplimiento en otros ámbitos durante los periodos de Lula Da Silva, y de Dilma Rousseff, están presentes en la memoria del pueblo. 

Hoy la República Federativa de Brasil y sus Estados Federados desnudan una acumulada crisis socioeconómica, sanitaria, financiera y caóticos indicadores de desarrollo humano incompatibles con la Agenda de Desarrollo de la Organización de Naciones Unidas, ONU 2030, cuyos impactos golpean al pueblo. Concomitante al tráfico de influencias de su entorno familiar, cabe mencionar a su hijo menor Renán Bolsonaro por presuntos actos de corrupción. Los de su hijo Flavio, el senador, cuyas denuncias han llegado al Tribunal Supremo de Justicia que suspendió el quiebre de sus cuentas y a la Procuraduría General de Justicia; que además es investigado por los fiscales del Distrito Federal.

Flavio, el senador, estuvo vinculado a la familia del parapolicía implicado en el asesinato de la concejala Marielle Franco, así como de sonados actos de corrupción, intermediación y lobby con empresas gubernamentales, además de profundos nexos con grupos neoderechistas violentos.

El negacionismo de Bolsonaro y deficiente manejo de la pandemia de la Covid-19,   así  como sus variantes, sumada la sindemia, con los más altas datas de letalidad y mortalidad en el mundo, evidencian que antes de la pandemia Brasil ya venía acumulando una crisis que terminó  destapando la beligerancia, incapacidad e ineptitud de un presidente que intentaba manejar el país con políticas  socioeconómicas populistas e improvisadas, alejadas de la ortodoxia neoliberal, pero alineadas y concentradoras de poder para las clases económicas pudientes que están articuladas y giran alrededor del Palacio  de Planalto (sede del poder ejecutivo). Muchos analistas locales expresan que actúa con prepotencia, autoritarismo, pisoteando y reprimiendo los derechos fundamentales del pueblo brasileño.

Ni la copa América de fútbol, en plena pandemia, pudo tapar la inequidad e injusticia que campea en los diferentes territorios y circunscripciones geográficas del país de la verde amarilla.

Sin duda alguna, sigue los pasos de Donald Trump, sus raseras políticas públicas han servido para concentrar la riqueza en una casta corporativa del capital financiero, banquero y empresarial.

Es demencial la cifra de áreas verdes que se han deforestado en estos meses del 2021, 2 mil 336 kilómetros cuadrados de selva de la Amazonia de acuerdo a la información del Sistema de Detección de Deforestación de la Amazonia en Tiempo Real (DETER), del Instituto Nacional de Pesquisas (INPE) para dar paso a grandes megaproyectos de monocultivos, ganaderos, hidroeléctricos, minería metálica y no metálica, los que aceleran el calentamiento global, del que Bolsonaro es un contumaz crítico. Además, la deforestación encarece y violenta los derechos de la gente, del pueblo de a pie, de los sin tierra, de excluidos y excluidas, víctimas permanentes del racismo, xenofobia y grupos mercenarios que incendian este pulmón de la humanidad.

En las voces de los excluidos y excluidas,  cabe destacar la de mujeres provenientes de culturas originarias, que han sido víctimas históricas  de un absurdo hecho colonial del Estado-Nación,  que ha perpetuado irreversibles procesos de aculturación así como etnocidio, ecocidio y despojo de sus territorios, columna vertebral de su  cosmovisiones, saberes y oralidades, es decir,  de producción sociocultural y modo de vida sustentado en la naturaleza, sumada la misoginia,  machismo  y alarmantes datas de feminicidios.

Brasil ya no es el mismo, con el régimen  de Bolsonaro, un autócrata gobernante  de formación  militar y de tendencia ideológica filofascista,  identificado con el populismo de extrema derecha, que permitió  que la guerra jurídica (lawfare)  y la  persecución  política selectiva tenga su auge y decadencia, porque la cloaca de la corrupción destapó la tremenda injusticia que se cometió  en contra del expresidente Lula en la operación Lavajato, que ha sido desmantelada y motivo de sendos procesos judiciales, de estudios sociopolíticos, de la academia y del periodismo investigativo.  El caso denominado Lavajato llevó a prisión injustamente, eliminó y neutralizó políticamente al expresidente Lula Da Silva, para que no pueda ser candidato y electo presidente.

Pero ahora, la justicia actuó correctamente y ha devuelvo los derechos constitucionales a Lula, y declarados nulos todos los procesos judiciales, es decir, terminó sobreseído.

Bolsonaro, casi al término de su periodo presidencial, imitando a Donald Trump ha echado mano del mismo libreto sabiendo que las encuestas le dan un amplio favoritismo y aceptación a Ignacio Lula Da Silva, que con seguridad volverá al Palacio de Planalto.

Otro Brasil es viable y posible pensar, el de la esperanza, el de los sueños de millones de brasileños y brasileñas, que ven como su país muy rico en recursos naturales, en culturas, saberes, con un régimen insensible e inhumano, rinda culto a la prepotencia de un mandatario que se ha dedicado a perseguir permanentemente a los gobiernos progresistas y actuar con injerencia contra el Foro de Sao Paulo y acusar al “castrochavismo” de su propio nefasto gobierno federal.

No, presidente Bolsonaro, es su nefasto accionar que no le favorece en las encuestas y que con total seguridad le dirá en el 2022 “go home Jair” a Miami o La Florida.

Otro Brasil viene con solidaridad, en paz y armonía con la vida, con integración y respeto a la Constitución, marco legal, al Derecho Internacional y armónica convivencia con el pueblo, con desarrollo soberano.

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Luis Ernesto Guerra Analista político y activista de Derechos Humanos

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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