Para sembrar en un huerto familiar conviene hacer germinar con mucho amor nuestras propias plántulas, este es un sistema muy útil ya que supone un ahorro considerable de dinero y espacio, además de que nos permite planificar mejor lo que cultivaremos. Siempre se pueden trasplantar plántulas, por razones de tiempo, compradas en viveros o sitios especializados, pero estas cuestan más que obtener o comprar las semillas. Las plántulas son semillas germinadas, que serán sembradas en el huerto; es de hacer notar que la satisfacción de ver germinar la semilla no tiene precio.
Construcción del semillero
El semillero es un sistema sencillo y económico, para hacerlo basta con una caja de material inerte y un poco de tierra, luego podemos empezar con la siembra. Lo ideal es utilizar materiales que no se estropeen demasiado con la humedad y que no favorezcan el desarrollo de moho, para poder reutilizarlos. Una caja de plástico o de espuma de poliestireno (anime) puede ser perfecta; recordando que esta debe tener unos orificios a través de los cuales drene el agua. La madera es menos adecuada porque absorbe el agua y puede albergar hongos, y el hierro se oxida. Para nuestro semillero debemos usar tierra de turba negra, no ácida, mezclada con una fracción de tierra ligera. Una buena «receta» es mezclar turba negra, tierra de jardín y arena de sílice, a partes más o menos iguales. En cualquier caso el sustrato debe ser muy fino, si decidimos autoproducirlo es bueno tamizarlo.
Cómo sembrar las semillas
Sembrar las semillas en un semillero es muy sencillo, rellene la caja con 3 cm de tierra, comprada o producida por usted mismo, como se ha explicado anteriormente. La tierra de siembra debe estar ligeramente húmeda, en absoluto empapada. El agua debe ser dosificada, es conveniente utilizar un pulverizador nebulizador, como los de los detergentes para limpiar los cristales, obviamente hay que tener cuidado si se reutilizan envases de detergente, ver de eliminar todo residuo de productos químicos.
Una vez preparada la capa de tierra húmeda, se colocan las semillas en surcos de unos milímetros de profundidad y se cubren con un velo de tierra bien tamizada. El consejo es presionar ligeramente la tierra sobre nuestras semillas, pero sin compactar demasiado. Para germinar la semilla solo necesita la temperatura ideal; la temperatura adecuada varía de una hortaliza a otra, por ejemplo, para los tomates y los pimientos es de unos 25ºC. Sin embargo, para crecer, la plántula necesita no solo calor sino también luz, por lo que solo la primera fase puede tener lugar a cielo abierto.
Así que después de la germinación debemos mantener nuestra caja en un punto iluminado del semillero, alternativamente podemos emplear luces artificiales, como neón o LED. Hay que comprobar a menudo que las condiciones de iluminación son correctas; si la luz no es suficiente veremos las plántulas «girar», es decir, alargarse delgadas hacia lo alto, y amarillear por falta de fotosíntesis. Es importante que antes de la siembra puede ser útil remojar las semillas; normalmente se mantienen en remojo durante 24 horas, para aflojar el tegumento.
Trasplante de las plántulas al huerto
Cuando en nuestro semillero las plántulas hayan abierto las dos pequeñas hojas cotiledonarias es el momento de trasladarlas, poniéndolas a plantar en macetas de mayores dimensiones. Mientras la planta solo tenga estas dos primeras hojas, podrá ser trasladada sin traumatismos, ya que sus pequeñas raíces aún no están completamente desarrolladas. Por otro lado, cuando salen las primeras hojas reales, también se emiten raíces laterales que podrían romperse en el trasplante. La operación de trasplante no es difícil de hacer, se moja la tierra y se extraen las plántulas con la ayuda de una pequeña pala o paleta, pero la operación requiere delicadeza, ya que los jóvenes cultivos están recién formados.
El trasplante de la plántula tiene varias ventajas respecto a la siembra directa en el suelo, poniendo la semilla en el huerto, entre estas podemos mencionar:
1. Menos enfermedades fúngicas y plagas. El semillero permite que la semilla germine en condiciones más controladas que en el campo (suelo estéril, temperatura regulada, humedad establecida). Las plántulas crecen sanas, las semillas no son comidas, ni mutiladas o contaminadas por animales e insectos;
2. Ganancia de tiempo y mejor programación. Al controlar la temperatura, las plántulas se desarrollan antes, el terreno del huerto se utiliza de forma más racional, se pueden planificar los cultivos y esto permite tener más cosechas en la misma parcela;
3. Ganancia de espacio en el huerto. El trasplante permite aprovechar mejor el espacio de los bancales del huerto, de hecho al sembrar en campo abierto se corre el riesgo de que algunas semillas no germinen, dejando espacios vacíos en las hileras;
4. Mejor control de las malas hierbas. Al trasplantar se colocan plántulas ya desarrolladas en el suelo, que encuentran una tierra limpia y labrada. Esto facilita el control de las malas hierbas.
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Nieves Moyetón Ingeniera Agrónoma de Producción Vegetal