¿Te acuerdas de Rómulo y Remo?

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¿Cómo me engañaron con aquella educación escolástica de mi país? Nos envolvieron con esa carga ideológica y debimos aceptar o inmolarnos cuando nos hacían estudiar y aprendernos de memoria unas lecciones impersonales.

Palmetazos aplicados en nuestras chicas manos para cumplir la norma de un conocimiento bastardo; y las maestras, “ángeles de sabidurías”, cumplían el mandato. ¿Cómo podían enfrentar a ese vetusto pensum refrito de los ministerios de educación de mi país en el siglo pasado?

¿Cuántas ideas absurdas basadas en aquel eufemismo universal de cultura general? Pero los niños de Roma y después de Europa, jamás aprendieron de cultura continental de nuestros ancestros.

¡No, chico, eso no era cultura, ni nada que se parezca! Tan solo era un vulgar mito para justificar la Roma imperial. Y lo repetíamos como una oración sin alma.

Roma no solo se robó los mitos de Grecia, también lo hizo con los pueblos conquistados, lo que hoy es la Europa Moderna, y se quedó con el mosaico cultural. Así que poco le podemos creer a Roma cuando se yergue como una gran cultura.

Esa Roma imperial, corrupta y llena de orgías, no tuvo un mito más espeluznante que proyectar para el mundo su propia miseria, al justificar su fundación a partir de un fratricidio y mostrar al mundo dos niños abandonados alimentándose de una loba. Razón tenía Facundo Cabral: “Sí, qué buena idea, imaginen todo el lugar que habría si sacáramos todas las pendejadas que nos han enseñado. Por lo menos seríamos Octavio Paz”.

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Luis A. Velásquez Escritor

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