De Ayacucho a Pedro Castillo

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Los acontecimientos subsiguientes a las elecciones presidenciales de Perú, el 6 de junio, demuestran la polarización que vive esa población, especialmente luego de los resultados que colocan a Pedro Castillo como ganador. Un hecho extremo como el que ocurre actualmente, tiene una consecuencia que puede medirse en el proceso histórico que vive el Perú. Ya el Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, lo comenta en su obra “De mi propia mano”. Allí narra cómo la oligarquía peruana conspiraba contra el proceso de independencia que tuvo su colofón el 9 de diciembre de 1824, con la batalla de Ayacucho.

El propio Sucre denuncia, el 12 de septiembre de 1823, la injerencia de la Iglesia católica en los asuntos del gobierno peruano para desviar la situación de la guerra contra España, tal como sigue ocurriendo en América Latina, incluyendo la Conferencia Episcopal venezolana. Escribe el Gran Mariscal de Ayacucho: «Han sido preferidas las opiniones políticas, y los compromisos de la Revolución a los deberes santos, a los principios de concordia, de paz y de dulzura que justifican al sacerdocio».

La magnanimidad de Antonio José de Sucre, comandante en jefe del Ejército Unido Libertador del Perú, en la firma de la capitulación con José de Canterac, en el campo de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, reconoce el derecho de los peruanos sobre su permanencia o no en ese territorio:  «Cualquier habitante del Perú bien sea europeo o americano, eclesiástico o comerciante, propietario o empleado que le acomode trasladarse a otro país, podrá verificarlo en virtud de este convenio, llevando consigo su familia y propiedades prestándole el estado protección hasta su salida; y si eligiere vivir en el país, será considerado como los demás peruanos».

Hoy no ocurre así. El propio Pedro Castillo, presidente electo de la nación inca, en su último debate con la ultraderechista Keiko Fujimori, dio 72 horas «a los extranjeros que han usurpado el trabajo de sus paisanos para que se vayan de Perú». Será la recomendación que le dio Daniel Salaverry, hoy vocero de Castillo, para deportar a sus hermanos venezolanos.

Salaverry es aquel xenófobo ultraderechista, candidato del Partido Somos Perú, quien calificó a los venezolanos de enfermos y delincuentes. Incluso el 25 de febrero de este año, le mandó un mensaje por Twitter al presidente Nicolás Maduro: «No vamos a permitir que inmigrantes ilegales sigan robando y asesinando a más peruanos. Escucha Nicolás Maduro, o vienes a recoger a tus compatriotas o empezaremos a mandártelos por miles cuando asumamos el gobierno».

Mientras la historia sea el elemento que construye a un pueblo, estamos claros que Pedro Castillo logró derrotar una oligarquía colonialista y otra comunicacional, que por muchos años ha controlado la Presidencia de la República por las vías de golpes de Estado y parlamentarios. Siendo los últimos mandatarios nacionales destituidos y presos. Hoy Keiko Fujimori enfrenta a la justicia de su país por crimen organizado, blanqueo de capitales, obstrucción a la justicia y falsedad. Ahora, cómo una persona que pasó 15 meses en prisión entre 2018 y 2020 es candidata presidencial, la justicia peruana, después de transcurrido este proceso, deberá explicarlo.

El 10 de diciembre de 1824, el Gran Mariscal de Ayacucho escribió al Libertador Simón Bolívar: «Está concluida la guerra, y completada la libertad del Perú». Pero hoy no se puede decir lo mismo, cuando hay una lucha de clases, donde los más ricos imponen a los más pobres su política neoliberal. Es el reto de Pedro Castillo acabar con eso.

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William Gómez García Periodista del estado Anzoátegui

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