Un proceso electoral que enfrenta a Pedro Castillo, de Perú Libre, de tendencia progresista, y Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, de tendencia neoconservadora y continuidad de varias décadas de neoliberalismo y concentración del poder en estructuras y castas de poder hegemónicas sin pueblo.
Dos modelos en disputa, dos lógicas y dialécticas con programas de gobierno, sistemas socioeconómicos, políticos, culturales diferentes, asimétricos.
Pedro Castillo representa la ruptura de un neoliberalismo injusto, insensible e inhumano, que ha concentrado la riqueza en pocas manos.
No faltan las narrativas y relatos cargadas/os de fake news, de una gran maquinaria mediática que pretende seguir engañando al pueblo.
Son alarmantes las cifras e indicadores de pobreza y extrema pobreza, de intolerancia, xenofobia, racismo, taras de un absurdo hecho neocolonial que ha perpetuado y agudizado las condiciones socioeconómicas, las más graves de la historia republicana del pueblo peruano, que se desenvuelve en la precarización laboral, varios tentáculos de corrupción que vienen arrasando y devastando la democracia y gobernabilidad por más de 30 años, mientras el pueblo carga sobre sus espaldas una deuda externa injusta, insensible e inhumana, sumada una crisis agudizada de manera crítica, por una de las tasas más altas de letalidad y mortalidad de la pandemia de la Covid-19 en Latinoamérica, con profundos visos de corrupción en el tortuoso manejo de este virus, que ha provocado escasez de oxígeno, medicinas y carente acceso del pueblo a un caotizado sistema de salud público, evidenciando un verdadero mercantilismo de los servicios de salud privados, patrón y secuela de comportamiento estandarizado del neoliberalismo.
El pueblo quiere cambios, no proclamas, no discursos, sino derechos en los hechos.
Perú hoy es el centro de ataque de una renovación conservadora y la avalancha iberoamericana de las ultraderechas y oleadas nacionalistas que atacan al discurso y el programa del profesor Castillo, que está centrado y contextualizado en seres humanos y humanas, de justicia social, de una patria para todas y todos.
Existe un claro objetivo y fin en mente de los poderes mediáticos para confrontar con organizaciones progresistas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, de pensamiento contrahegemónico, anticolonialista, antiimperialista.
Keiko Fujimori es el acumulado de un nefasto gobierno de su padre, que hoy está purgado una condena por delitos de lesa humanidad, por terribles violaciones a los Derechos Humanos.
Fujimori representa a esos vestigios de corrupción, vandalismo y saqueo de los dineros públicos, no conoce el Perú, como expresan algunos/as analistas políticos, pero está atada al pasado y presente de un país terriblemente devastado por la fuga del dinero de las arcas del Estado a paraísos fiscales; allí residen los vestigios y la presencia de la gran maquinaria transnacional de Odebrecht, con sus actos y contratos al margen del marco legal, que han permitido que impere la impunidad.
En Fujimori confluyen y están presentes las presunciones de corrupción, en diferentes gobiernos; ella ha sido congresista y desde el Congreso de la República se han fraguado estos nefastos actos a través de su bancada política, que la señala a ella como la mentora de actos reñidos con la ley.
Hoy, amparada por un habeas corpus, está en disputa por tercera vez a la presidencia y el Palacio de Gobierno.
El pueblo quiere profundos cambios y el programa de gobierno del profesor Castillo abriga la esperanza y los sueños de un Perú para el pueblo, con el pueblo y desde el pueblo, porque él es el mismo pueblo.
Un Perú del tamaño de los sueños de su pueblo, que construya un nuevo amanecer de las niñas, los niños, adolescentes, jóvenes, hombres y mujeres, con una visión y dimensión sociocultural, una mirada incluyente, diversa.
Más allá de la gran arremetida de los massmedia corporativos, el neoliberalismo no deja de diseminar sus miedos e invocar al castro-chavismo; allí flota la gran prensa saturada de mentiras que el Perú con Castillo será Venezuela o Colombia.
Tremenda estupidez, es la hoja de ruta y el plan macabro oligárquico-imperialista, al que subyace el subliminal lenguaje de un país, en donde es parte de la cotidianidad el pisoteo de los derechos fundamentales, la tercerízación laboral y su moneda un nuevo peso peruano que arrastra las lacras e improntas de un neoliberalismo salvaje, que asfixia la economía peruana de millones de familias y maximiza la riqueza de pocos.
Hay que apagar el renacer del Grupo de Lima, convertido en operador político de la injerencia y subversión política e ideológica oligárquica y el plan de reconquista de sus patios traseros de Estados Unidos, como Perú.
Es fundamental detener las pretensiones de Mario y Álvaro Vargas Llosa (padre e hijo), ideólogos y tanques de pensamiento de las más recalcitrantes ultraderechas, que consideran a los pueblos con democracias progresistas, con libre determinación, el objetivo militar a erradicarse y eliminarse.
Otro Perú es posible, con Pedro Castillo. Este balotaje del domingo 6 de junio permitirá que el pueblo peruano escoja caminar en democracia, con justicia social, con pleno ejercicio de derechos, para sepultar un pasado y continuidad de un modelo empobrecedor, injusto, insensible e inhumano.
Más Perú Libre con Pedro Castillo, menos Perú y continuidad de injusticia con Keiko Fujimori, que la persiguen los fantasmas de la corrupción y violaciones a los Derechos Humanos.
Se inventaron los medios corporativos el empate técnico.
Alerta pueblo, es fundamental cuidar cada voto, para que no pretendan manchar con fraude el proceso electoral.
Sueño, soñamos un nuevo Perú con justicia social y pleno ejercicio de derechos, con soberanía e integración sin tratados de libre comercio, ni acuerdos como el del Pacífico, que profundizan la precarización del trabajo y pobreza.
Por justicia social, equidad y derechos otro Perú viene y anhelamos su retorno a la patria grande.
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Luis Ernesto Guerra Analista político y activista de Derechos Humanos
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