Manuel Rocambol, con sus 70 años, estaba pasando el guayabo de que Lulú “Cosita Rica” había decidido mudarse de Ciudad Tiuna. Eso lo tenía pegado contra la cerca. Definitivamente se encerró entre los temas de Armando Martínez y ver Telesur. “Mujer déjate querer”, su tema favorito, lo repetía una y otra vez. Pero viendo la televisión, le llamó la atención de la presencia de Iván Duque, el presidente de Colombia, con una alocución anunciando el retiro de la reforma tributaria.
Más patético no pudo ser. De pronto Rocambol comenzó a recordar imágenes del 27 de febrero de 1989, las cuales comparaba con las protestas que en Colombia se están llevando a cabo. Más de 20 muertos, 800 heridos y un número indeterminado de desaparecidos, es, hasta ahora, la actuación violenta del Ejército y la policía neogranadina.
Iván Duque pretendió imponer a los colombianos una reforma tributaria, con el alza del Impuesto al Valor Agregado (IVA) para alimentos y servicios, salarios, combustibles, que a la larga será un perjuicio mayor sobre el bolsillo de los contribuyentes de menores ingresos, el pueblo le dijo: No. Este hecho, comparable al paquete de medidas económicas impulsadas por el entonces presidente Carlos Andrés Pérez, por recomendación del Fondo Monetario Internacional (FMI), dejó secuelas trágicas en la población venezolana que llevaron a un cambio de políticas económicas y sociales, a partir de 1999, con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela.
El fondo del paquete de Duque, según el renunciado ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, es que el gobierno nacional está quebrado. A confesión de parte relevo de prueba: solo tiene un flujo de caja de 60 billones de pesos para siete semanas. Esto le permitirá apenas para cubrir nóminas de funcionarios públicos, compromisos de inversión, gastos en materia de salud, infraestructura, entre otros. De allí el surgimiento de esta reforma tributaria, donde el colombiano es quien aporte de su bolsillo el mantenimiento de una burocracia neoliberal, dirigida por Álvaro Uribe Vélez.
Es evidente que Iván Duque, al igual que el presidente de Chile, Sebastián Piñera, pretende mantener una imagen falsa de un país que se hunde en el caos, tal como lo presentan en algunos canales de televisión por suscripción. Por ahora, y como ha ocurrido siempre, Colombia es un territorio administrado por una oligarquía que descansa en una diversidad financiera. Aparte de ser señalado como el país con un 90% de cultivos de cocaína, según certificación de la Organización de Naciones Unidas (ONU), está controlado por el paramilitarismo.
Sin embargo, el mejor negocio que tiene el gobierno de Iván Duque es la migración venezolana. Donde, según la Casa de Nariño, hay más de un millón 700 mil venezolanos. Desde 2017 Duque ha recibido más de 950 millones de dólares (tres billones 740 millones de pesos) de Estados Unidos, la Unión Europea, el Banco Mundial y Japón, para cubrir las necesidades de los venezolanos. Según analistas políticos, ese dinero para los migrantes ha sido desviado para cubrir gastos de la propia burocracia controlada por Uribe Vélez.
Para Manuel Rocambol el futuro político de Iván Duque está en manos del propio pueblo colombiano. Habrá presión en la calle para que renuncie. O irá a la reelección presidencial en mayo de 2022, donde competirá contra Gustavo Petro, que hoy avanza con un 35% de preferencia entre el electorado de Colombia.
Agotado mentalmente Manuel Rocambol ante la situación de Colombia, volvió a su realidad pasionaria de sus 70 años. Colocó un nuevo tema de Armando Martínez: «Después de viejo». Con él pretende recobrar a Lulú “Cosita Rica”.
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William Gómez García Periodista del estado Anzoátegui
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