Los partidos de cristal

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Muchas veces nos preguntamos si la militancia en un partido político sustituye la vida personal del militante y lo subsume en la llamada vida partidista, cuándo inicia y termina la vida militante, restándole toda acción personal individual y confundiéndolo en un colectivo que muchas veces luce confuso, abstracto. A estas y muchas otras preguntas responde el militante comunista portugués Álvaro Cunhal en su libro Un Partido con paredes de cristal (Buenos Aires, 1986).

El partido es, afirma Cunhal, un ideal por el cual vale la pena luchar. Es parte del proceso irreversible de la liberación humana. Es asumir un compendio de doctrinas que explican el mundo e indican cómo transformarlo. Es una visión profunda y consciente de esa estructura llamada partido, pero no de cualquier tipo de partido o partidito. La vida en un partido verdaderamente revolucionario implica una praxis permanente de las experiencias acumuladas y de las nuevas que se van acumulando. Desde el partido, su militancia puede analizar el pasado, planificar las acciones del presente, dibujar y prever el futuro.

Un partido revolucionario, pensado para asumir el poder, ideado en sus bases doctrinarias para brindarle felicidad al colectivo, trasciende en su accionar para abrigar a la clase de los humildes y más vulnerables, debe saber llegarle a las masas y conducirlas, ser su vanguardia sin pretensiones de jamás invisibilizar al pueblo, sustituirle, pisotearle ni pasarle por encima. El partido ha de saber comportarse como la vanguardia revolucionaría del pueblo, ha de ser su guardián que le preserve y le cuide de los zarpazos internos y externos. El partido debe aplicar de manera dialéctica y aneléctica la relación entre el colectivo y el individuo. Ha de comprender que su existencia vital reside en el respeto y reconocimiento al otro. Las grandes experiencias históricas han demostrado que cuando los partidos, su dirigencia, asumen posiciones burocráticas y autoritarias, aproxima la hora de su disolución y debacle. Poderosos partidos como el Partido Comunista de la Unión Soviética (Pcus) en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en el Perú, Acción Democrática y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei) en Venezuela, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México y muchos otros, incurrieron en estos errores y hoy son recuerdos en el basurero de la historia.

Un partido con paredes de cristal es aquel que permite ser observado, analizado desde adentro y desde fuera. Es el que practicando la verdadera democracia interna, no abusa del llamado centralismo democrático. Es el que da de manera concreta y sincera y sin revanchismo da valor a la crítica y a la autocrítica. Es un conglomerado donde se rinden cuentas de manera fraterna pero firme. En el partido las categorías de mayoría, minoría, consenso y unanimidad no han de ser saludo a la bandera y, por el contrario, erigirse en el método para dirimir diferencias y para practicar la democracia interna. En un verdadero partido, su militancia ha de ser consciente de lo complejo que resulta la tarea de dirigir, lo que implica contar con una dirección preparada y experimentada. Una dirección que enfrente las arrogancias y los autoritarismo que desde los cargos y el poder se deslizan como serpientes venenosas.

Un partido con paredes transparentes como el cristal, debe velar por la vida de sus cuadros; estar muy pendiente de su capacitación y preparación, muy cuidadoso en la selección y ascenso en las estructuras internas y de poder. Evitar a toda costa que los «naturales» conflictos generacionales causen traumas irreparables. En el partido así entendido, los deberes y derechos de todos han de preservarse al máximo. Estudiar constantemente el progreso y la evolución del cuadro y cuidar que no se ufane y se convierta en un ser arrogante.

 Si algo es a un partido que responda a las características de que habla Cunhal, es su capacidad organizativa, expresión e instrumento –señala– de la fuerza motriz del partido. Un partido sin sentido de organización es como un plato de espaguetis que cuesta saber por dónde empezar a degustarlo. El llamado aparato interno ha de estar siempre aceitado para el combate a las tendencias burocráticas y corruptas. Algunos afirman que el partido es una máquina, sí, pero movida por una heterogeneidad de sentimientos y pasiones a las cuales hay que saber darles cause con paciencia y sabiduría. El partido con paredes de cristal es el mejor lugar para la formación de la militancia, para dotarles de una moral superior, enseñarles a amar y practicar la verdad, la fraternidad y la ayuda solidaria y mutua con respeto a la vida privada de cada quien.

Para que un partido pueda lucir sus paredes de cristal y que estas resistan cualquier tochazo, ha de practicarse la disciplina en la acción, casi que de manera natural. Sin sumisión, con lealtad a los principios, como solía decir Alfredo Maneiro. Ella ha de ser permanente y ejercitarse en los actos, en la vida interna. Las sanciones disciplinarias han de estar en correspondencia con las faltas, las traiciones, deslealtades y los saltos de talanquera. La unidad es el cimento de la fuerza del partido. Sin ella, nada sirve, impera el bochinche, el despelote. La unidad es el motor de esa maquinaria dispuesta a librar los más enconados combates. Finalmente, sostiene Cunhal, un partido con las paredes de cristal debe ser independiente, soberano e internacionalista. Ha de manifestarse y expresar desde lo más profundo de su estructura el amor por el pueblo y por la patria.

Un partido así, donde su militancia y su dirigencia puedan mostrarse al mundo, se torna indestructible, capaz de capear el temporal más fuerte. Ser instrumento fundamental para la transformación de la sociedad. En la luminosidad latinoamericana y caribeña, es menester contar con partidos donde impere el alma cristalina de su militancia y de sus jefaturas, donde se aparten las sombras y reine la verdad.

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Félix Roque Rivero Abogado

José Belisario Analista político

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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