El 3 de febrero de 1795, hacen ya 266 años, nació Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá, el Gran Mariscal de Ayacucho, el amigo más fiel y leal de Bolívar. El que dejó su sangre en los caminos de Berruecos cuando marchaba a encontrarse con su esposa y con su hija para retirarse a la vida privada, como el mismo lo escribe en una carta a Bolívar el 6 de abril de 1830 y que ya antes se lo había referido al Libertador en carta enviada desde Quito el 6 de octubre de 1828: «Estoy algo cansado y aborrezco mandar pueblos. Quiero ya irme a mi vida privada, la vida pública me ha hecho salir canas infinitas y avejentarme tanto, que apenas teniendo 31 años, parezco de 40» (Sucre, VIII, 1981, p. 268, citado por Emanuel Amodio en su libro La Casa de Sucre, Caracas, 2010).
Fue el octavo hijo nacido producto de la unión de sus padres, don Vicente de Sucre y García de Urbaneja y doña María Manuela de Alcalá de Sucre. De su niñez se conoce poco. En 1802, cuando apenas tenía siete años, su madre muere dejándolo huérfano. Sus biógrafos coinciden en afirmar que este hecho marcó para siempre su carácter, tornándolo retraído, esquivo y reservado. Refiere J. A. Viva en su libro Sucre, ciudadano de América, vida del Gran Mariscal de Ayacucho que en Sucre no había esa fogocidad muy característica de los niños cumaneses, sino más bien «la dulce mansedumbre de esos niños en cuyo semblante parece adivinarse la falta de ternuras maternales». Su padre volvió a casarse y aunque tuvo nueve hermanastros más, no mantuvo muchas relaciones con ellos, sobre todo porque a muy temprana edad partió de Cumaná a Caracas para continuar sus estudios.
Seguramente que el niño Antonio José tuvo una infancia parecida a la de los otros niños cumaneses. Quizás jugaba con sus hermanos y hermanas, sus amiguitos, los juegos usuales que se practicaban a finales del siglo XVIII. Quizás jugó al columpio, a la gallina ciega. Tal vez práctico el balón, a las carreras, a nadar en el río Manzanares. A lo mejor jugó a las cuatro esquinas, a la lucha, la esgrima y a los ciziacos. Según explica el maestro aragonés Vicente Naharro (1750-1823) en su obra Descripción de los juegos de infancia, en total eran unos 30 tipos de juegos que se practicaban para entonces en España y que seguramente se trasladaron a las colonias. El niño José Antonio seguro practicó la mayoría de aquellos juegos gimnásticos que influyeron en el desarrollo y formación atlética de su cuerpo, lo cual le sirvió para su entrada a muy temprana edad (13 años) a los cuarteles militares.
Sobre su educación inicial se sabe muy poco. Se afirma que aprendió a leer y escribir en su casa y que su educación militar la recibió directamente de su padre. Es muy probable que haya tomado clases de un oficial español de apellido Vetancourt que enseñaba aritmética, gramática castellana y geografía. Ya en Caracas, se afirma, se inscribió en la Academia del ingeniero español Juan Pires y Correa y allí recibió clases de matemáticas, geometría, topografía y dibujo lineal. Era Sucre muy inteligente y por su cuenta aprendió francés, el idioma culto de su tiempo. En la Escuela de Ingeniería Municipal de Caracas tomó cursos de geometría, álgebra, trigonometría, agrimensura, fortificación y artillería.
Siendo muy joven, como él mismo lo refiere en carta a Santander fechada el 6 de julio de 1822, escribe : «UD., sabe que estoy desde la edad de trece años en un cuartel». Tal vez el futuro Mariscal hacía referencias a las actividades que junto a su severo padre cumplía en el Castillo de San Antonio en Cumaná. En 1811 participa al lado de su padre en la Campaña de Barcelona. Es nombrado por la Junta Suprema de Caracas comandante del Cuerpo de Ingenieros para las obras del puerto de Margarita. En ese mismo año, Sucre se integra como oficial al Estado Mayor de Miranda y así participa en la toma de Valencia, donde conoce a Bolívar, iniciando una relación que culminó con su muerte y que la posteridad exalta.
Se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de aquel muchacho alto y flaco, de ancha frente y mirada profunda. El mismo que siguiendo las instrucciones de Bolívar redactó el «Tratado de Regularización de la Guerra» que tantas ventajas dió al Ejército patriota. El mismo que junto a Bolívar fundó Bolivia y fue su primer presidente. El que triunfó en Ayacucho y puso fin al dominio español en América Latina.
Aquel joven brillante del cual Bolivar afirmó en Bucaramanga durante la Convención de Ocaña en 1828: «Sucre es un caballero en todo: es la cabeza mejor organizada de Colombia: es metódico y capaz de las más altas concepciones: es el mejor General de la República y su primer hombre de Estado. Su moralidad es ejemplar y tiene el alma grande y fuerte. Sabe persuadir y conducir a los hombres; los sabe juzgar. Si algún defecto tiene es el de mostrarse en extremo sencillo, demasiado popular. ¡Cuan ligeras sombras sobre tantos méritos y virtudes! El Gran Mariscal es el valiente de los valientes, el leal de los leales, el amigo de las leyes y no del despotismo, partidario del orden, enemigo de la anarquía y finalmente un verdadero liberal». Un nuevo cumpleaños en la gloria infinita de Sucre, el Mariscal rebelde, el primer cumanés, uno de los pilares en que se sostiene la patria.
_____________________________________________________________
Félix Roque Rivero Abogado
Amigo Felix Roque, en su ensayo de Antonio José de Sucre hay algunos errores geo-históricos que no compaginan con su vida de estudiante, Debe documentarse bien, por ejemplo la Academia de Ingeniería Militar de Juan Pires y Correa, donde se inicia el joven Sucre, no quedaba en Caracas si no en su ciudad de nacimiento, Cumanà.