De emperador a chivo expiatorio

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Los amos del poder estadounidense han convertido a Donald Trump en un chivo expiatorio moderno muy distinto de las humildes muchachas que cargaban con las culpas de las  mantuanas o de los siempre presentes eslabones débiles, como el chino de RECADI. Distinto por estar en la acera de las élites y por participar activamente en la expulsión de gases tóxicos iniciada desde el mismo momento en que los colonos identificaron el territorio norteño con la Tierra Prometida  y se autoproclamaron pueblo elegido para instalar el Reino de Dios  en la Tierra. Cosmovisión base de la expansión “civilizatoria” de la lógica del capital, del ideal  de “progreso”  y del  modo de ser, pensar y consumir del país dominante de turno, hoy Estados Unidos.  

¿El pecado de Trump? Seducir a más de 70 millones de votantes con su promesa de ”recuperar la grandeza de América» (léase de Estados Unidos) y de repatriar en beneficio de los propios estadounidenses la capacidad tecnológica/productiva, instalada en el extranjero por gigantescos conglomerados transnacionales, en función de sus mezquinos intereses. Proyecto pseudonacionalista que, a pesar de su inviabilidad, liberó los miedos y las furias de los consorcios y movilizó a sus agentes políticos y comunicacionales en contra del Presidente entonces recién electo. Dejando salir así de la caja de Pandora demócrata/republicana los males que aún faltaban para dar forma a la contra imagen pública de políticos y magnates  estadounidenses, de su democracia/no democracia y de su libertad/no libertad. 

Traigo a colación lo anterior no para defender al señor Trump, sino para que tomemos en cuenta la necesidad de ubicar en contexto nuestras apreciaciones sobre el complejo acontecer mundial y nacional, especialmente ahora que las redes nos han convertido a todos en comunicadores populares. 

Obviamente, los problemas internos de Estados Unidos, la actitud del poder norteño frente al sur y las agresiones imperiales contra los países que luchamos para liberarnos de su dominio, son y deben seguir siendo temas prioritarios para todos los venezolanos, lo cual nos obliga a ser particularmente cuidadosos en su tratamiento.

Por ello sorprende que camaradas influencers en las redes se manifiesten a favor o en contra de Donald Trump o de Joe Biden como lo harían por un deportista, obviando que nuestra relación con Estados Unidos no es azarosa ni depende de uno u otro personaje, sino que es la “necesaria” para la reproducción y concentración del capital.

Y si de presidentes se tratara, los emotivos detractores de uno u otro deberían recordar y explicarle a los más jóvenes que las últimas agresiones contra nosotros las inició Obama, no Trump, y que, salvo una incontrolable agudización de las confrontaciones internas, es absolutamente previsible que el presidente Biden les dé continuidad. 

El sol de Venezuela nace en el Esequibo.

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Mariadela Villanueva Socióloga

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