Por Félix Roque Rivero
Todo estaba servido para que el pueblo venezolano saliera a votar este 6 de diciembre para elegir a las y los diputados que integrarán la Asamblea Nacional (AN) que se ha de instalar el venidero 5 de enero de 2021. Más de 20 millones de electores fueron convocados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) para que ejercieran su derecho constitucional al voto, previsto en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela aprobada por el pueblo mediante referendo en diciembre de 1999.
Muchas expectativas había generado este proceso electoral. En el plano interno, Venezuela vive una severa crisis causada por las injustas e ilegales sanciones que el Gobierno estadounidense ha decretado. Un bloqueo casi que total, ha llevado al país y a su pueblo a vivir y padecer la carestía de los artículos de bienes y consumo. Al pueblo se le ha privado de su Derecho Humano a la alimentación, al acceso a las medicinas y a la compra de insumos diversos. Las largas y grandes colas para acceder a la compra de combustible para sus vehículos y la compra de gas domésticos para preparar sus alimentos. El ataque a la moneda ha hecho que el bolívar haya perdido buena parte de su poder adquisitivo. Muchos activos propiedad de la República han sido prácticamente secuestrados y robados. Las cuentas de la nación han sido bloqueadas, impidiendo las transacciones financieras de Venezuela y el cumplimiento de sus compromisos internacionales. La agresión imperial ha sido devastadora.
Sin embargo, con todo y las privaciones, la presencia de la pandemia y la necesidad de cumplir con las medidas biosanitarias, el pueblo venezolano, fiel a sus tradiciones políticas acrecentadas en los últimos 20 años, venciendo dificultades salió a ejercer su derecho al voto. Tenía fuertes y poderosas razones para hacerlo. Desde 2015 existía en Venezuela una AN controlada por los sectores más radicales de la derecha oposicionista que, contando con el apoyo minoritario de gobiernos extranjeros, se dedicó prácticamente a vender al país, a tramar el derrocamiento del presidente Nicolás Maduro, a usurpar las funciones del Poder Ejecutivo haciendo designaciones inconstitucionales e ilegales, suscribir contratos con empresas mercantiles mercenarias para asesinar a líderes revolucionarios y apoderarse del poder. Una AN presidida a la vez por un diputado que se “autoproclamó” presidente de la República en una plaza pública y dio inicio a un plan macabro para apoderarse de importantes activos propiedad del Estado y del pueblo venezolano como la empresa Citgo, Monomeros, el oro depositado en un banco inglés. Un plan obstruccionista para impedir las transacciones internacionales de la República, así como la compra de alimentos y medicinas y, algo de lo más deleznable, secuestrar los dineros destinados para las operaciones quirúrgicas de niños que padecían enfermedades y que debían ser operados en el exterior. Una AN que se dedicó a financiar la violencia en las calles, fomentar guarimbas desde donde se asesinó a seres humanos quemados vivos por el solo delito de tener la piel oscura “y parecerse a un chavista”. Sí, razones de sobra tenían los venezolanos para sacudirse esa Asamblea terrorista que jamás cumplió con sus competencias señaladas en la Constitución.
Llegó pues la fecha señalada y, como en otras tantas oportunidades, con mucha dignidad y en paz, el pueblo salió de sus casas a ejercer su sagrado derecho al voto. Se trataba de una elección parlamentaria donde ya se sabía, la abstención sería alta. Del total electoral, más de seis millones de votantes acudieron al convite para elegir a los 277 parlamentarios. Los resultados evidencian una victoria de las fuerzas chavistas y revolucionarias con presencia de parlamentarios de la oposición democrática que desoyó el llamado abstencionista de los ultra radicales de derecha que no participaron y que viven esperando una salida violenta que desde un golpe de Estado saque a Nicolás Maduro del poder y derroque a la Revolución bolivariana planificada y construida por el comandante Hugo Chávez. Los que participaron y votaron por sus candidatos, expresaron sus querencias políticas. Los que se abstuvieron se expresaron a su manera. Ello no le resta constitucionalidad, legalidad ni legitimidad a los parlamentarios electos. En Venezuela el sistema electoral permite el reconocimiento de las elecciones, aunque las diferencias sean mínimas. En este proceso hubo, sin lugar a dudas, una abstención electoral militante, consciente, por parte de ciudadanos que han optado por salidas diferentes a la electoral. También se observó hastío, cansancio, indiferencia, apatía de participar y se dedicaron a sus actividades habituales, tal vez bajo la premisa de que en Venezuela el voto no es obligatorio. Siendo todo esto cierto, repetimos, nada de ello impide reconocer con honestidad y gallardía la transparencia de un proceso muy sencillo, automatizado, donde la voluntad de cada elector se demuestra en cada voto. El proceso fue el camino escogido para ratificar una vez más que los asuntos de los venezolanos lo deben resolver los venezolanos y nadie más que ellos mismos.
La nueva AN, que inicia sus labores legislativas el venidero 5 de enero de 2021, marcará un nuevo ciclo en el quehacer político parlamentario en la sociedad venezolana. Esa Asamblea contará con la presencia mayoritaria de las fuerzas del chavismo. Más de 177 parlamentarios bolivarianos son indicativo de la fuerte presencia de quienes se mantienen leales al pensamiento de Chávez, el gran conductor de masas, el edificador de este proceso que se inició con su triunfo electoral en 1998 y que durante más de 21 años han mantenida encendida la llama revolucionaria de una Venezuela que no se rinde, que pese a las agresiones imperiales continúa firmemente empeñada en ser modelo de democracia participativa, protagónica y corresponsable en el desarrollo de un Estado de Derecho y de justicia social. Esos hombres y mujeres chavistas que ahora se estrenan como parlamentarios, tendrán la dura tarea de desarrollar un plan legislativo que enfrente las agresiones, las injerencias, el bloqueo, que enfrente las impunidades y se proponga rescatar los activos robados por la anterior Junta Directiva de la Asamblea, cuyo mandato ha quedado extinguido. En este nuevo Parlamento estará presente la oposición democrática que decidió participar en las elecciones y que contará con casi 100 parlamentarios, una fuerza respetable que también deberá contribuir con su esfuerzo honesto al rescate de la institucionalidad legislativa corroída por la ambición de poder de quienes solo ven el poder político como un tránsito hacia la riqueza. Podredumbre de quienes así piensan, que viven arrastrando sus cuerpos y sus almas por los pasillos oscuros de la historia. Este nuevo ciclo legislativo tendrá que asumir los grandes retos de llevarle soluciones al pueblo. El llamado parlamentarismo de calle tendrá que regresar con nuevos bríos en el empoderamiento del pueblo. No puede ni debe ser una elección para que las fuerzas chavistas y revolucionarios se pongan a dormir en sus laureles, se emborrachen de un triunfalismo abyecto. Esta gran victoria, que sin lugar a dudas lo es, ha de ser el trampolín para relanzar al Poder Legislativo que reconstruya el ordenamiento jurídico del país, para sembrar confianza en el electorado. Estos nuevos parlamentarios, más allá de la férrea disciplina partidista, han de saber que se deben al poder soberano y originario del pueblo y que no tendrán derecho a desencantarlo y mucho menos a defraudarlo ni traicionarlo.
El pueblo ha elegido a estos parlamentarios para que cumplan con su función de legislar, de controlar al Poder Ejecutivo, para que discutan y aprueben los presupuestos y las leyes de crédito público, recomendar enmiendas y reformas constitucionales, citar a los ministros e interpelarlos para que rindan cuentas de sus carteras, aprobar las líneas maestras del plan de desarrollo económico social de la nación, autorizar los contratos de interés nacional, censurar la conducta de ministros y del Vicepresidente cuando sean contrarias a la ley y a la moral y la ética. Los ha elegido para que le acompañen en sus justos reclamos por el legítimo derecho a tener buenos y seguros servicios públicos, para enfrentar de manera conjunta las infernales colas. Estos parlamentarios han sido electos para que enfrenten con valentía las agresiones injerencistas contra el país, su Gobierno y las amenazas de asesinatos contra los líderes de la revolución.
Esta nueva AN deberá iniciar un periplo en los escenarios externos para explicar la situación verdadera de Venezuela. Solicitar el cese de las agresiones y levantamiento de las medidas de bloqueo. Trabajar en la defensa de los recursos energéticos del país y exigir respeto para nuestro pueblo. La Asamblea que se instala el 5 de enero tendrá que buscar, con suprema dignidad, construir puentes ante la administración de Joe Biden, que inicia labores el 20 de enero 2021, y junto al Poder Ejecutivo procurar establecer relaciones diplomáticas basadas en la no injerencia en nuestros asuntos internos, respeto a nuestra soberanía y solución pacífica de las controversias. Trabajar con ahínco en el desarrollo de líneas geopolíticas y establecer sólidas alianzas con países amigos. Para América Latina y el Caribe, la nueva Asamblea Nacional venezolana deberá contribuir con los parlamentos democráticos de la región por remozar las viejas estructuras de la Organización de Estados Americanos (OEA), relanzar al Mercado Común del Sur (Mercosur), laAlianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), retomar los planes integracionistas que nos den solidez y nos permitan concertar con otras regiones y conglomerados como la Unión Europea (UE), los países asiáticos en planes de desarrollo sostenible para la construcción de un mundo mejor y posible.
El pueblo venezolano se ha expresado. Lo ha hecho de frente y en toda la extensión de su talante democrático. Se ha manifestado en paz y por la paz. Ha evidenciado su voluntad soberbia de manera política, buscando tal vez un milagro. Esa voluntad política del pueblo venezolano, expresada en las elecciones, fue un canto de hermandad y de confianza en sus instituciones, aun pasando por encima de las más terribles dificultades internas y enfrentando las temibles agresiones provenientes de países poderosos y de empresas muy fuertes que amenazan con asfixiarle. Las y los venezolanos votaron y lo hicieron con disciplina, confiados en sus líderes. Esos votos son un mensaje de esperanza vigilante y crítica. Ha sido la victoria de la esperanza.
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Félix Roque Rivero Abogado