Por Alejo Brignole
Daniel Devita, también conocido como Doble D o El Rapero del Pueblo (Buenos Aires, 21 de septiembre de 1991), es un rapero, cantante, músico y escritor argentino. Su estilo es de un depurado fuego volcánico que arrasa allí, donde pone su crítica musicalizada, su genio escénico y un fervor por las verdades que el sistema calla. Una simbiosis poco frecuente que lo ha convertido en un referente del arte politizado, de la música comprometida con una mirada estética que ejerce una poderosa influencia social. Daniel Devita es conocido por sus letras de tono crítico y claramente implicadas con la liberación de Latinoamérica y el Caribe. Es considerado como uno de los exponentes más relevantes del hip-hop con contenido político en español y la fusión del mismo con diferentes ritmos musicales.
En una década de trayectoria se ha subido a incontables escenarios y conciertos, editado seis álbumes y encabezado varias campañas de concientización social. Compartió escenario con figuras como Roger Waters, Liliana Herrero, Teresa Parodi y Bersuit Vergarabat, entre muchas otras. Durante la contienda electoral de 2015 y la asunción de Mauricio Macri a la presidencia de Argentina, lanzó la trilogía audiovisual «No quiero globos» y sus obras son usadas frecuentemente como material didáctico en establecimientos educativos de distintos niveles.
Daniel Devita, que aún no cumple los 30 años, llegó hace mucho para romper el universo conocido del hip-hop de América Latina y formar un peligroso agujero negro en donde serán absorbidas todas las hipocresías, los crímenes, las lujurias militaristas y los saqueos económicos que los poderosos ocultan. Devita te lo dirá todo con claridad y además con buena música.
En este siglo XXI en que predomina una cultura audiovisual… ¿qué relevancia le otorgaría al mensaje político difundido –como en su caso– a través de canciones y letras que denuncian e invitan a la reflexión social?
Creo que a la hora de analizar una batalla como esta, que es cultural (y en este punto algunos se me ofenden por ponerlo en términos bélicos), donde está en disputa el trabajo, la comida e incluso la vida de millones de personas, es necesario comprender cuáles son las reglas del juego. Si se aproxima un pelotón de soldados armados hasta los dientes y yo quiero combatirlo cantando, lo que va a suceder es que me van a acribillar en segundos. Así de absurdo como suena esto, sería el caso contrario, nos atacan con un arsenal de cultura colonial a través del cine, la música, la televisión y las redes sociales y uno pretendiera derrotar eso con un AK-47 o recitando un discurso dentro de una universidad.
Quienes buscan saquear a los pueblos, despojarlos hasta de su dignidad y someterlos, han ido perfeccionando sus métodos y nosotros debemos estar a la altura. El lawfare tiene como objetivo la destrucción de la imagen pública de líderes incómodos para el correcto desarrollo de los planes imperiales. Nuestra respuesta tiene que estar ahí, en ese terreno.
Después viene el asunto de cómo lograr sostener e instalar una agenda propia y no vivir corriendo desde atrás al temario de la oligarquía, pero eso ya merece un análisis más profundo.
¿Es posible ir contra el sistema, denunciar sus atrocidades y sus contradicciones, cuando es el mismo sistema el que define quién trasciende artísticamente y quién permanecerá en la sombra?
Bueno… Justamente este es el análisis más profundo y vamos a ensayar algunas respuestas.
Por ejemplo, todos nos enteramos del festival organizado por la embajada de los Estados Unidos en conjunto con las oligarquías venezolanas y colombianas, el infame Venezuela Aid Live.
¿Quiénes eran las principales figuras en dicho festival? ¿Trump, Juan Guaidó, Álvaro Uribe Vélez? No… Diego Torres, Maluma, Montaner y demás personajes. ¿Cuánto dinero invirtieron las empresas que los patrocinan en todos sus años de carrera? Hablamos de promoción, pauta publicitaria, ranking en radio, televisión, giras mundiales. Ningún artista por talentoso que sea, puede cantarle a medio planeta durante décadas sin una estructura detrás y son muy poquitos aquellos artistas que han trascendido en el mercado mundial que por un lado tienen convicciones, y por otro, logran conservarlas a lo largo del tiempo.
Ahí tenemos un problema estructural muy grande, donde nos llevan años luz y cuya resolución tenemos que abordar los artistas en conjunto con los proyectos populares de nuestra Patria Grande. ¿Qué herramientas tenemos los pueblos para hacer frente a tremenda maquinaria?
Creo que hay algunos ejemplos de proyectos integrales que se han encarado muy bien y pueden ser la punta del ovillo de la cual hay que tirar. Así como creemos que el Estado debe regular el mercado para evitar la monopolización y cartelización de determinados sectores de la economía, la industria del entretenimiento no puede quedar únicamente al servicio de la colonización.
En Argentina hay un ejemplo que a mí me gusta mucho, que es el de Paka Paka y puntualmente de Zamba, un dibujo animado que transmite valores nacionales y de integración regional. No hace falta prohibir Disney Channel, pero démosle al pueblo una opción competitiva y de calidad, sino el único que tiene voz y voto es el ratón Mickey… Entonces. ¿Cuáles son los artistas que van a ser el contrapeso de Montaner, Diego Torres y Maluma? En eso estamos.
¿Cómo fueron sus inicios en el mundo de rap, un género que no es demasiado cultivado en nuestro país?
El rap tiene una historia muy rica en cuanto a la representación de los sectores postergados, nace de la rebeldía de los afroamericanos en los subsuelos del mismo país del norte y se fue expandiendo por el mundo bastante alejado del Top Ten. Por eso supo conservar muchos valores mientras la industria castraba a la mayoría de los géneros.
Después de la caída de las Torres Gemelas, el ataque imperialista a Medio Oriente y en nuestra región el colapso neoliberal de los 90 y la crisis del 2001, le dieron al rap con contenido social y político un impulso muy fuerte. La mayoría de las producciones de hip-hop a comienzos de este siglo tenían una impronta muy fuerte y en Argentina ni hablar. Ahí fue cuando conocí el género y me di cuenta que era lo que yo quería hacer.
Lo hablaba con un amigo en estos días, que el 90% de esos referentes de mi adolescencia que me enseñaron que el rap podía ser utilizado como una herramienta de transformación social, ahora andan todos en cualquiera. O se perdieron en un mar de trivialidades, o peor aún, andan haciendo rap político pero para el enemigo. Muy triste.
El rap es contestatario… ¿se puede ser rapero sin ser antisistema?
Y yo te diría que la enorme mayoría de los raperos que tienen un público, pequeño o grande pero un público, se llevan muy bien con los vientos de época. Por un lado están los que reproducen los estereotipos del individualismo, el materialismo, la ostentación y la violencia. Que básicamente siguen ese rumbo porque es rentable, y después hay otros que directamente toman partido por los postulados políticos de los ricos. Uno se puede encontrar tranquilamente con artistas antiCuba, antiVenezuela, reaccionarios y tiempistas, yendo al filo de las necesidades puntuales de Estados Unidos y sus títeres latinoamericanos.
Hace poco lanzamos una canción que se llama «Acá en la Libertad», donde desmontamos una serie de falacias que instalan algunos raperos cubanos desde la burbuja de Miami. Es de público conocimiento el apoyo que la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) le da a estos artistas. Está la voluntad de confrontarlos con ideas concretas, pero el tamaño de la ventana que tiene cada uno marca la diferencia, que en estos tiempos de redes sociales es cuantificable. Hay todo un aparato que permite que sus mentiras sean asumidas por millones y nuestras verdades no.
«El rap tiene una historia muy rica en cuanto a la representación de los sectores postergados, nace de la rebeldía de los afroamericanos en los subsuelos del mismo país del norte y se fue expandiendo por el mundo bastante alejado del Top Ten«
Sus letras tocan nervios muy sensibles que desnudan las patologías mundiales: el arbitrario arresto de Julian Assange, el acoso a Venezuela, o las democracias secuestradas por el establishment que tienen en Macri, Trump y otros personajes nefastos para la democracia, sus mejores representantes… ¿Ha pensado alguna vez que los artistas como usted muchas veces mueren a manos de los heraldos negros del sistema? García Lorca, Víctor Jara o el venezolano Alí Primera podrían ser buenos ejemplos. Lo digo porque usted realmente apuesta su pellejo al decir verdades realmente incómodas.
Me lo preguntan mucho eso y la verdad es que no lo tengo claro. Por momentos entiendo que somos muy molestos, porque logramos perforar sus blindajes. En mis últimos dos álbumes (Latinoamérica en Disputa volúmenes 1 y 2) Ecuador es protagonista y logramos colocar denuncias que llegaron a millones de personas contando todas las tropelías de Lenín Moreno. Hubo un apoyo muy grande de los líderes populares ecuatorianos y una recepción enorme del pueblo en su conjunto que permitió que esto sea así. Algo similar pasó antes con Mauricio Macri, donde le dedicamos decenas de canciones y terminamos repudiando al Fondo Monetario Internacional (FMI) con los actores ante medio millón de personas en el Obelisco o musicalizando el programa político más visto del país que era «Economía Política en C5N» con picos de rating históricos de 8 puntos, impensado para un canal de cable.
Pero también le hemos dedicado producciones a un tipo como Álvaro Uribe, que no han tenido ese rebote que es tan necesario para llegar a incomodarlo. O lo que señalé más arriba sobre la necesidad de responderle a la gusanera rapera de Miami y no lograr llegar ni al 10% de la gente a la que llegan ellos.
Por eso no sé cuánto le convendría a estos tipos atentar contra la vida de un artista que, si bien por momentos les entra y les hace quilombo, no llega ni por casualidad a equipararse en términos de influencia a sus intelectuales orgánicos. Alfredo Casero (cómico argentino militante de Macri) dice en un programa de televisión: «queremos flan», y eso genera un revuelo muchísimo más grande que el que puedo hacer yo con una canción. Si me mataran lograrían que mi mensaje llegara mucho más lejos y capaz les termina saliendo caro.
Así que pienso más en cómo lograr desde el subsuelo pegar tan fuerte como ellos y no en lo que podría pasar. Me aterra morirme y no haber logrado ganarles una batalla grosa. Las represalias no entran en mis ecuaciones mentales. Lorca, Jara y Alí son inmortales, de sus asesinos no se acuerda nadie más que para putearlos.
Cuéntenos un poco el lanzamiento de su última placa Latinoamérica en Disputa vol. 2 y le pediría que confiese como es la cocina de sus canciones. ¿Cómo elige la temática y cómo da forma a un rap?
Estoy muy feliz, es un disco soñado, si lo escuchara el Devita de 15 años creo que se sentiría orgulloso. Por las temáticas, por el sonido, por la fusión de ritmos musicales y fundamentalmente por la respuesta de tantos hermanos y hermanas de Nuestramérica que jamás en su vida escucharon rap y sienten que esto es suyo y les pertenece.
La respuesta de Rafael Correa ante la canción en la que narramos su vida y la lucha de la Revolución ciudadana fue un impacto tremendo para mí. Sobre todo por las palabras que eligió y por el cariño de tantos ecuatorianos para con el tema y para con el disco en su conjunto.
También las palabras de Christine Assange (Madre de Julian) sobre «Atrapen a Assange», donde al ritmo del thrash metal yo encarno a un personero del establishment internacional y confieso los planes en contra del fundador de Wikileaks en orden cronológico. Unos días después del lanzamiento, el videoclip fue presentado por el Departamento de arte de Wikileaks, es algo realmente muy fuerte.
También nos dimos algunos gustos personales, como en «El gol del siglo», una canción que compuse por iniciativa de Javier Monge, mi manager y director de Viralizando la Verdad, que me propuso contar la historia del gol de Diego a los ingleses en el mundial 86 y se la dedicó Víctor Hugo Morales en su programa en vivo el día que se cumplían 34 años de ese hito deportivo con Malvinas a flor de piel. Son muchas cosas que fueron pasando muy rápido y en esta etapa tan particular en medio del aislamiento social por la pandemia.
Igualmente, siendo sinceros, lo más movilizador que estamos viviendo son los miles y miles de mensajes que nos llegan de todas partes de América Latina, con palabras que a uno lo hacen asumir una responsabilidad muy grande. A mí nadie me dice que soy su ídolo, que le encanta como canto o que linda remera me puse. Nos llegan mensajes fuertes, de gente que te pide que no aflojes, que no te calles, que sos su voz, que cuando tiene ganas de tirar todo a la mierda se refugian en las canciones, que eligieron su carrera universitaria por una frase tuya, o acercarse a sus vecinos o a su sindicato por una declaración que uno hizo. Trato todos los días de honrar esa confianza lo mejor que puedo.
Y por el tema de las letras escribo lo que me sale, me cuesta mucho obligarme a escribir sobre una temática, viene solo el asunto. Cuando algo me moviliza, me pongo en tema, me leo unos cuantos libros o me veo unas pelis o documentales. Ahora que me conocen más tengo la chance incluso de consultar con algunos de los protagonistas de las historias que quiero contar y cuando considero que ya estoy lo suficientemente empapado, me siento a escribir y salen del tirón
Para terminar… Si no hubiera tenido el rap como vehículo de denuncia y militancia… ¿Qué habrá escogido hacer?
No sé, yo creo mucho en los arquetipos. Denuncio, milito y propongo en gran parte porque estuvo el rap y a los 12/13 años quise ser como esos tipos que denunciaban y militaban la palabra. Si no hubiese estado el rap probablemente pensaría parecido, pero no creo que me hubiera lanzado a participar activamente de la discusión de la cosa pública.
Te decía que la mayoría de todos esos referentes que tuve, ahora andan hablando pestes de los movimientos nacionales y populares, así que trabajo mucho para que podamos ser nosotros, en algún punto esos nuevos referentes que les faltan a los pibes y con el objetivo de no traicionarlos ni claudicar, como veo que pasa a menudo. Y sin ambigüedades también… Una cosa es servir a los intereses de una región que quiere independizarse del yugo colonial y otra muy distinta es servirse de ella en sus momentos de bonanza y abrirse de gambas cuando vienen los matones a pasar la factura. Néstor nos dejó una frase imborrable que dice que no quedarán en la historia aquellos que especulen, sino los que más se la jueguen. Nosotros somos muy claros, estamos con los presos políticos, con Palestina, con Venezuela, con Cuba, con los perseguidos, con los estigmatizados y todo eso que parece tan poco compatible con los vientos que corren, a la larga queda y las consignas de cotillón desaparecen.
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Alejo Brignole Analista internacional y escritor
MÚSICA
1. Aca en la Libertad
2. Atrapen a Assange
3. Orgullo indio
