Carta a su Majestad la Reina de Inglaterra

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Por Félix Roque Rivero

Su Majestad, o mejor, Señora Elizabeth Alexandra Mari, siendo ese su nombre, aunque en la intimidad le gusta que le llamen, me han dicho, Lilibeth, le escribe un venezolano muy preocupado por la salvaguarda de la dignidad de su patria, Venezuela. Yo se que Ud. ha de estar muy ocupada redactando sus memorias, de un reinado que ya se acerca a los 70 años, cosa nunca vista por mortal alguno en el Reino Unido.

Su majestad, señora reina de Inglaterra y también de la Comunidad de Naciones que integran 54 Estados, tengo entendido que Ud. reside en un enorme palacio que de seguro aún, en tanto tiempo, no ha llegado a conocer. Seguramente sus colaboradores solo la pasean por «donde pasa la reina». A Ud., su Majestad, no ha de faltarle las tres papas (disculpe mi lenguaje) ni nada material. Ud. seguro duerme tranquila pensando que nada ni nadie perturbará su sueño y que, al despertar, con solo dar una palmadita, sus súbditos servidores correrán a vestirla, a maquillarla para sacarla al comedor a tomar sus alimentos y sus pastillas energizantes. Ud., señora Lilibeth, lleva una vida feliz. Entonces, señora Soberana, permítame hacerle una pregunta tonta: ¿por qué desea Ud. quedarse con el oro de mi país?

Señora reina de Inglaterra y pare Ud. de contar, ese oro que un juez suyo, de una corte suya, y que por una orden suya quieren arrebatarle a Venezuela, es un bien propiedad de un pueblo libre, que tiene un gobierno legítimo presidido por un presidente electo por el pueblo y que se llama Nicolás Maduro.

Estimada Soberana, cuando Ud. se coronó reina en 1953 (aunque heredó en 1952), tras la muerte de su padre, nadie cuestionó su legitimadad de Reina, aunque el pueblo inglés no la eligió. Ud. heredó esa diadema que adorna su testa, gracias a los títulos que desde su tatarabuela, la reina Victoria, le habían legado Ud , no tuvo que salir en campaña electoral a sudar los votos.

Luego, su serenísima Majestad, qué derecho tiene de desconocer al gobierno legítimo de un pueblo digno y ordenar a su súbdito juez que sentencie ordenando que el oro venezolano se quede en las bóvedas de un banco inglés.

Su Majestad, a Ud. como que le quedó el gustico por retener y lucir las cosas preciosas del subcontinente latinoamericano desde el día en que se casó en 1947 y lució un vestido ataviado con 10 mil perlas provenientes del Mar Caribe y que sus corsarios habían saqueado de nuestro mar.

Su Majestad, no existe ningún argumento que justifique este nuevo acto de piratería en pleno siglo XXI contra un pequeño pero gran país como es Venezuela. Con su conducta, la de su gobierno y la de su juez, está Ud. perdiendo toda credibilidad para que en sus bancos, los Estados y pueblos del mundo mantengan en depósito su oro y otros minerales preciosos.

Usted, Majestad, nos agrede porque piensa que estamos solos e indefensos. Nos agrede como lo hizo contra la Argentina arrebatándole las islas Malvinas. Pues sepa, su Mejestad, que ni estamos solos y menos indefensos. Nos asiste la razón, tenemos la estatura moral suficiente para reclamar lo que por derecho nos pertenece. Respetamos el Derecho Internacional y las prácticas mercantiles del comercio entra las naciones serias. No se preste, su Majestad, para que una cuerda de pillos al peor estilo de las mafias de los años 20, se roben un bien que es de las y los venezolanos. No se haga cómplice de esa vil patraña. No pase Ud. a la historia como la sobera que coauspició un crimen contra el pueblo nobel de Venezuela. Termine su reinado dejándole a su pueblo inglés, el dulce sabor de haber tenido una Soberana respetuosa de las leyes y de las buenas costumbres.

Desde un rincón de algún lugar de Venezuela, me suscribo de Ud. deseándole todo bien.

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Félix Roque Rivero Abogado

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