Por Katia Gumucio
Chile se sacudió y esta vez no fue un terremoto ni fue un maremoto, fue la impotencia y la rabia a un modelo implantado desde el Fondo Monetario Internacional (FMI), implementado insensatamente por el Gobierno de Piñera.
En solo diez días el pueblo se apoderó de las calles, protestando y exigiendo reformas sociales.
Escucharon a su Piñera decir: “Es verdad que los problemas no se han producido en los últimos días, se venían acumulando hace décadas” y “es verdad también que los distintos gobiernos no fueron y no fuimos capaces de reconocer la situación en toda su magnitud”. El modelo pinochetista siguió funcionando, las privatizaciones de servicios básicos como la luz y el agua continúan en manos privadas, lo mismo que en educación y salud, que trataron de ablandar con algunas pequeñas reformas, y resultó que Chile se fue convirtiendo en una empresa privada. En un país con tremendas desigualdades sociales donde el que manda es el mercado.
La protesta ya se transformó en crisis política nacional. La primera fue durante la denominada «Revolución de los pingüinos» en 2006. La segunda fue el 2011, también conocida como «primavera chilena». Sin llegar al nivel de estos dos procesos, el reciente llamado a realizar «evasiones masivas» contra el aumento del costo del Metro muestra que la juventud chilena puede volverse a poner a la cabeza de demandas que son sentidas por toda la población.
Es por esto que los estudiantes secundarios se han ganado la simpatía y el apoyo popular de trabajadores, trabajadoras, mujeres y jóvenes que ya no toleran más ver cómo el Gobierno y los empresarios impulsan diversas medidas que apuntan a precarizar aún más las condiciones de vida; a la vez que se oponen férreamente a reivindicaciones básicas como es la reducción de la jornada laboral (actualmente en discusión), y responden mediante la represión policial, tal como ha sido denunciado en diversos videos donde se ve a carabineros y guardias del Metro golpeando con bastones a menores de edad.
Y una vez más es la juventud con su rebeldía la que nos da esperanza.
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Katia Gumucio Periodista