Por Julián Bokser
Con las emociones a flor de piel, abrazados frente al mausoleo de Ernesto Che Guevara en Santa Clara, ciudad de una de las más grandes hazañas del guerrillero heroico. Entonando las estrofas de Hasta siempre comandante, en un contexto cada vez más doloroso para nuestra América, los asistentes al Primer Taller de Formación Política para Movimientos Populares de América Latina grabaron en su memoria esos instantes que funcionaron a modo de compromiso colectivo para redoblar la lucha y aunar esfuerzos en pos de un futuro mejor.
El Centro Martin Luther King (CMLK), sede de innumerables encuentros imprescindibles para nuestro continente y hogar central de la Red Ecuménica Fe por Cuba y de la Red de Educadores y Educadoras Populares, convocó a 40 referentes de organizaciones sociales y políticas de más de 15 países de América Latina y el Caribe. Durante 10 intensos días, con jornadas que tenían horario de inicio pero no siempre de cierre, los asistentes al taller vivieron juntos en la sede de La Habana del CMLK. Convocados para poder reflexionar colectivamente sobre el papel de la lucha popular frente a las tensiones en América Latina, debatieron entre otros temas la cuestión del poder, su vínculo con el proyecto popular y el Estado, los desafíos organizativos, y las relaciones entre la subjetividad de la época y la construcción de hegemonía. Sin lugar a dudas, cuestiones centrales a la hora de definir tácticas y estrategias emancipadoras para los pueblos del continente. La yuxtaposición de lo afectivo y lo cognitivo hizo que también compartieran comidas, canciones, charlas y sueños de revolución. Las historias y la coyuntura de cada uno de los pueblos se hicieron presentes en la voz de cada uno de los representantes.
Utilizando dinámicas de la educación popular, con insumos que hacían las veces de disparadores (una lectura, un video, una conferencia o una visita), luego comenzaban los momentos de debate entre grupos que se intercalaban con momentos de encuentro general. El estudio de la historia cubana, desde la llama que Céspedes encendiera al liberar a los esclavos en 1868 pasando por Martí, fundador del Partido Revolucionario Cubano en 1892, los años de la Sierra Maestra y el triunfo de la revolución hasta llegar a la actualidad, donde la sociedad cubana está dando un ejemplo de participación democrática al debatir una nueva reforma constitucional, sirvió de eje para el despliegue de los intercambios. La referencia indudable de los procesos de lucha armada en el continente de los años 50, 60 y 70, el debate abierto sobre la actualidad de la violencia revolucionaria y el más reciente pero impactante protagonismo de la lucha feminista atravesaron el taller. Asimismo, las luchas actuales se dan en un contexto en el cual lo relativo a los bienes comunes y el cuidado de la madre naturaleza ya no es una cuestión idealista o académica, sino un asunto de supervivencia: el capitalismo de consumo actual amenaza seriamente a las condiciones necesarias para la reproducción de la vida. En este sentido, entonces se destacó la necesidad de revisar las estructuras epistemológicas de las luchas y las herramientas ideológicas para oponernos al individualismo consumista que propone el capitalismo como modo de vida, y para eso se hizo hincapié en la importancia de la formación política y el trabajo de base como elementos claves para romper con la hegemonía de la derecha, pero no como un ejercicio de iluminismo, sino como una apuesta a la construcción colectiva de la conciencia.
Con la premisa de la intransigencia estratégica y la flexibilidad táctica, se trabajó sobre la tensión entre el posibilismo y la aceptación de las condiciones existentes de la realidad en las cuales hacer política y construir proyectos emancipatorios. De ahí que hubo acuerdo en que la radicalidad de un programa se mide también por su capacidad de interpelar a las masas y de construir una fuerza social revolucionaria, sin perder de vista que a veces en nombre del pragmatismo se diluyen los proyectos y el horizonte. La urgente necesidad de la unidad, de romper la fragmentación y organizar la resistencia fue otra de las conclusiones.
Salvo algunos casos, que ahora pasan a ser excepciones, el ciclo de los gobiernos populares de América Latina parece haberse cerrado inexorablemente. Sin embargo, desde un rincón de La Habana, como un eco, llega con el viento aquella frase atribuida a Camilo Cienfuegos en el primero de los combates luego del desembarco del Granma: “¡Aquí no se rinde nadie, carajo!”.