Por Edwin de la Fuente
Aquella nación soberana, como lo es Venezuela, que no que no cumpla de manera sumisa las imposiciones políticas, económicas y sociales del Imperio comete un imperdonable delito. En este sentido, EE.UU. ha lanzado amenazas propias de la soberbia imperialista: “Están con nosotros o en contra de nosotros” (dentro de su estrategia de supuesta lucha contra el terrorismo) o “América para los americanos” (Doctrina Monroe, cuando resolvieron que América Latina debía ser su “patio trasero”).
La soberbia yanqui no vela su conducta hipócrita, basada en la diplomacia occidental, que consiste en: amenazar, insultar, agredir, destruir, asesinar o mentir, de la manera más solapada y cínica. Vencedores de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. y sus aliados demostraron su poder económico-militar y sobre todo su poder político fundado en un aparato de influencia psicosocial y de inteligencia estratégica (espionaje y todas sus variables: mentiras e hipocresía para hablar en nombre de la libertad, los derechos humanos, imponer su estilo de democracia, entre otros.).
En ese marco, queda al descubierto el accionar más propio y soberbio del Imperio. Cuando un país soberano incumple las amenazas suaves o las advertencias respecto a su política interna o externa y/o contravienen los intereses capitalistas, se impone como primera medida el “bloqueo económico”, principal instrumento del miedo. Luego, si la nación desobediente, pese al bloqueo, resiste, vendrá “la agresión directa al pueblo”, que involucra “guerra mediática”, “conflictos de baja intensidad”, “golpes blandos”, en concreto se implementa la “Guerra de Cuarta Generación”, que es un todo. Va desde “marchas pacíficas” con saldo de heridos y muertos, atentados, asesinatos, hambre, miseria, información falsa, sesgada o calumniosa –teoría de Joseph Goebbels (“si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”)–. Más aún, si no se pudo destruir un país a través de este largo proceso, vendrán los golpes constitucionales o camarales, acompañados con la muerte política o física de él o los líderes. De no vencer por ninguna acción anterior, se sucederá el golpe o la invasión militar. Esta última opción ha sido perfeccionada por el Imperio, el mundo ya ha madurado mucho en términos de agresión asimétrica, pese a ello EE.UU. e Israel lo practican a diario, aunque cuidándose de una intervención directa, para ello utilizan ejércitos aliados (naciones aliadas o satelitales), grupos terroristas “patriotas”, los denominados indignados, y la lista suma y sigue. En todo caso, para cualquier plan se debe contar con la complicidad de la derecha fascista local, regional, continental y mundial, que defiende sus propios intereses económicos que por tiempo confiaron a los partidos políticos de derecha; para ellos no hay patria en tanto que el patriotismo se reduce a entregar los recursos naturales al mejor postor y ganar algo. En concreto nos venden por nada. Estos grupos, en términos políticos, económicos y sociales, reciben migajas.
El asedio que viven actualmente los procesos revolucionarios en América Latina es parte de ese antiguo plan imperial de sujetar al patio trasero. Lo que sucedió en la Argentina, Brasil y Ecuador, y lo que atraviesan Nicaragua y Venezuela, no son hechos casuales, es un complot contra a la América de Martí, Bolívar, Sandino, Fidel, Che, Chávez, Kirchner, Lula, Correa, Ortega, Maduro y el único y auténtico líder indígena, Evo Morales. Por eso la lucha continúa hasta la victoria final. Es la Patria que nos convoca hoy. Como dijo el Che: “Patria o muerte, ¡venceremos!”
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Edwin de la Fuente. Ex comandante en Jefe de las FF.AA. de Bolivia