El pasado 17 de marzo de 2018, en Santa Lucía y todo el Caribe se conmemoró el primer aniversario de la partida física del poeta Derek Walcott.
Derek nació el 23 de enero de 1930 en Santa Lucía, una pequeña isla el Caribe Oriental conocida como la Elena de las islas occidentales, y a lo largo de su vida y trayectoria artística, se convirtió en el ícono cultural más importante de este rincón del Caribe. Descendiente de esclavos negros e hijo de un pintor británico blanco, que falleció cuando él y su hermano gemelo tenían pocos años. Su madre por su parte, fue directora de una escuela metodista, teniendo esta una influencia significativa en su formación y una presencia perenne en su poesía. Al respecto evocaba el poeta que el comenzó a escribir desde muy pequeño, y recordaba a su madre, recitando a Shakespeare en su hogar.
Familiares y amigos muy cercanos del poeta, quienes en su mayoría también son poetas de profesión y vocación, se acercaron hasta la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela desde comienzos de 2018, para organizar un encuentro de amigos, para el amigo ausente, en ocasión del primer aniversario de su partida. El encuentro quedó pautado para el 18 de marzo, como una excusa para honrar su memoria.
Esta conjunción de factores, no fue casual, Walcott fue un gran amigo de Venezuela, su estatura literaria lo colocó más allá de las posiciones ideológicas y de la conjura mediática internacional. En 2007 visitó Venezuela, invitado por una institución de la Banca Privada venezolana para participar en una actividad denominada “Palabras para Venezuela”. Luego en 2010, regresó a Caracas, invitado por el gobierno bolivariano, para participar en el 7mo Festival Mundial de Poesía, el cual contó con la participación de otros 30 invitados internacionales y más de 300 poetas nacionales.
Siete fueron los poemas elegidos para leer y cantar en el sentido homenaje, y decimos cantar porque cuatro jóvenes músicos venezolanos.
En esa oportunidad, el Premio Nobel de Literatura (1992) estuvo en el “Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos”, dictando una conferencia sobre la realidad del colonialismo en su poesía. “existe un colonialismo económico”, expresó en esa oportunidad, y llamó la atención sobre la necesidad de superar la barrera de las traducciones de las producciones literarias del continente. Quedó pendiente una nueva visita para la patria de Bolívar, este vez en 2015 a propósito de la duodécima edición del Festival Mundial de Poesía, pero la frágil salud del poeta, ya no le permitiría salir de la isla.
Kendel Hippolyte, Vladimir Lucien, Robert Lee, Mc Donald Dixon, Jane Kin, George Goddard, Natalie La Porte, Leiff Escalona (Embajadora de Venezuela en Santa Lucía), miembros del equipo de la misión diplomática y gran cantidad de cercanos a Walcott, se dieron cita la tarde-noche del domingo 18 de 2018, para “celebrar la vida” del amigo poeta. Siete fueron los poemas elegidos para leer y cantar en el sentido homenaje, y decimos cantar porque cuatro jóvenes músicos venezolanos: José Ángel Salazar (violín y cuatro), Francis Gagliardi (corno francés y voz), Daniel Petrocelli (Guitarra clásica) y Kervis Mosqueda (percusión), se dieron a la solidaria tarea de utilizar su talento y creatividad para componer 07 obras musicales inéditas basadas en el texto de cada poema elegido.
Los poemas se escucharon bajo el sonido de dos lenguas prestadas, signadas por la impronta colonialista: Inglés y Español; tal vez han debido leerse en la lengua materna africana de nuestros ancestros que olvidamos en el tiempo, o en Creole el idioma caribe de la resistencia. Tal como lo afirmaba en uno de sus poemas: “Llevo en mí, holandés, negro e inglés,…Y soy o bien nadie, o bien un país entero”.
Dibujó Walcott, un nuevo rostro para el Caribe o diríamos más bien una nueva épica, no fatalista, genuina, propia. “ La sobrevivencia del Caribe es un triunfo espiritual. El espíritu caribeño se nutre del dolor de los esclavos negros tirados por la borda y de las tribus indígenas que murieron de las enfermedades traídas por los conquistadores” Expresaba en una entrevista. Por ello, ese domingo, el poeta McDonald Dixon, replicaba la misma angustia y la misma búsqueda que la de Derek, cuando expresaba: ¿Con qué me quedo? ¿Con el África o con la lengua inglesa que amo? ¿Cómo darle la espalda al África y seguir con vida?
Fiel a su oficio y a sí mismo, escribió hasta el final, hasta el límite de sus fuerzas, jamás se rindió, dejó poesía sin bautizar, junto a las pantuflas y al lecho marino.
Walcott legó para la posteridad, más de quince libros de poesía, pero no solo fue un cultor de la poesía, fue pintor, dramaturgo, director de teatro. En tal sentido, escribió alrededor de treinta piezas de teatro. El comité que le otorgó el Premio Nobel en 1992, argumentó la entrega del mismo por su “obra poética de gran luminosidad, con una visión histórica, fruto de un compromiso multicultural”.
Sin duda fue el poeta más famoso de las Antillas, poeta sin concesiones, aunque para él la “Fama”, fuera tan solo: “Domingos, una sensación de vacío… gladiolos marchitos”, y ¨… un ansia de trabajo”. Así lo recitó Jane King, mientras los asistentes en un profundo silencio reflexivo, desenredaban la madeja de la esencia de su vida.
Fiel a su oficio y a sí mismo, escribió hasta el final, hasta el límite de sus fuerzas, jamás se rindió, dejó poesía sin bautizar, junto a las pantuflas y al lecho marino. Natalie La porte recitando el poema “Cañaveral Marino” de Derek, reclamaba a la tierra, el propio reclamo del poeta: “la mitad de mis amigos ha muerto”. Sin embargo, ahí estaban unos pocos, no la mitad, ni siquiera una milésima parte de ellos, estaban los amigos vivos, los de siempre, presentes, “con sus fallas y todo”, “no perfectos, simplemente así”.
Irreverente e irredento, su grandeza intelectual y reconocimiento internacional, le permitió elevar la voz por la de muchos que no eran escuchados, para llamar la atención sobre la violenta transformación de su bucólica y paradisíaca isla, en un desdibujado rostro picado por: “edificios ministeriales” grandes transatlánticos “como la capital, toda azul cristal y cemento”., tal como lo expresó el poeta Kendall Hippolyte leyendo el poema 51 perteneciente al poemario Garcetas Blancas, o con la llegada de aquellos “hombres con cintas para medir los teodolitos” cómo lo anunciara Vladimir Lucien leyendo para nosotros el poema “La Acacia”, “los nuevos gestores de la historia”…que “abogan por una política que hará de la isla un centro comercial…..las nuevas colonias junto al mar, esclavos sin grillos”. Para Walcott la fama era solo domingos, y la libertad, escribir bajo las Acacias.
Cuando el cuarteto de jóvenes músicos venezolanos, terminó de interpretar la hermosísima composición para el poema el “Amor después del Amor”, el último acorde del violín quedó flotando en el aire, para sonreír a la “bienvenida del otro”, el intenso aplauso de los asistentes sólo ratificó la presencia del poeta hablando con su voz ronca y quejumbrosa en la sala. Cuando cayó la última frase del último poema sobre la sala, entendimos que en esa fiesta estuvo Derek, ofreció vino, ofreció pan, devolvió el amor a sí mismo, y en el lugar reservado para él, al lado de Sigrid, su esposa y compañera de vida, estuvo todo el tiempo sentado, celebrando su propia vida. Será menester ahora, buscarlo entre las olas marinas y las garcetas blancas, «empapado en sal» y con olor a Caribe.
Por la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en Santa Lucía.
Martes 27 de Marzo de 2018