Narco y una frontera marítima ciega

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Chile es una isla. Larga y angosta. Al norte, el desierto más árido del mundo; al sur, la gélida Antártida; al este, la majestuosa y extensa cordillera de los Andes; y al oeste, la costa marítima más extensa de América. Todas estas fronteras presentan riesgos de permeabilidad frente a la infiltración del narcotráfico, y tres de ellas son especialmente vulnerables.

La más evidente, a primera vista, es nuestra frontera norte: un desierto de temperaturas extremas, de día y de noche, y de una inmensidad donde la frontera es apenas una línea roja en un mapa binacional. Todo esto la convierte en un territorio ideal para el contrabando y la internación de drogas a Chile, por la falta de control efectivo y por las ventajas geográficas que favorecen al narco.

La atención pública se ha centrado en los hechos ocurridos el pasado domingo en el norte del país, confirmando que el desierto chileno es permeable al narcotráfico. Hay un antes y un después en la historia reciente de Chile: nuestras Fuerzas Armadas han sido infiltradas y afectadas por el «virus narco», generando una crisis de credibilidad sin precedentes entre dichas instituciones y la sociedad chilena. Las mismas instituciones mandatadas por la Constitución para resguardar la Seguridad Nacional y velar por el respeto a la ley, hoy tienen en su interior a delincuentes que obedecen al crimen organizado, nuestro nuevo enemigo externo e interno. Este enemigo amenaza con destruir nuestra convivencia y soberanía. Esta situación constituye la mayor crisis político-militar desde el 11 de septiembre de 1973 y el golpe de Estado cívico-militar.

Existe temor y miedo real en la mayoría de los chilenos y chilenas. No lo dicen solo las encuestas: lo sentimos a diario. El narcotráfico ha llegado incluso a dominar a quienes deberían resguardar el orden.

Hoy, el narcomilitarismo representa la mayor amenaza a la Seguridad Nacional y al Orden Público. La frontera terrestre del norte fue infiltrada. Y ahora cabe preguntarse: ¿nuestra frontera marítima está a salvo? ¿O también ha sido alcanzada por los tentáculos del narco, sus dineros y su capacidad de reclutar militares en servicio activo o en retiro, a través de los cárteles que ya operan en Chile?

Con más de cuatro mil 500km de costa, Chile cuenta con puertos de relevancia nacional, incluyendo los cuatro regionales del Biobío. Sin duda, estos son “objetivos de interés” para el crimen organizado. En 2024, más de 3.5 millones de contenedores circularon por nuestros puertos, movilizando más de 118 millones de toneladas de carga. De esa cifra, solo el 3% fue revisado mediante camiones con escáneres de rayos X. Es decir, el 97% de la carga no fue fiscalizada por el Servicio Nacional de Aduanas, organismo responsable del tránsito de mercancías terrestres, marítimas y aéreas.

Este déficit de fiscalización es crítico, aunque algunos intenten justificarlo aludiendo que la media mundial de revisión es del 2.5% y en Europa apenas llega al 1%. Pero no se puede ignorar que, según el Informe Mundial sobre Drogas 2023 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 70% de la producción de cocaína proviene de Colombia, con cantidades significativas desde Bolivia y Ecuador. Estos países tienen en nuestras costas un corredor marítimo extraordinario hacia todo el mundo. No es un fenómeno nuevo ni exclusivo de este Gobierno. Es un problema estructural, de larga data.

La Fuerza Aérea y el Ejército están hoy bajo escaneo interno por parte de sus propias instituciones y por la ciudadanía. Y la pregunta inevitable es: ¿se encuentran la Armada de Chile y el Servicio Nacional de Aduanas en una situación similar de infiltración?

Los hechos recientes lo confirman: nadie –ni las Fuerzas Armadas, ni el Gobierno, ni el Poder Judicial, ni el Congreso Nacional– está hoy a salvo del virus del narcotráfico.

En 2023, el Gobierno Regional del Biobío aprobó la entrega de cinco mil 300 millones de pesos para la adquisición de un camión escáner destinado a revisar millones de contenedores y toneladas de carga que salen anualmente desde los puertos de Coronel, San Vicente, Penco y Lirquén. A la fecha, nada se sabe de su implementación. Lo que sí sabemos es que el narco no descansa, y que su negocio sigue siendo extraordinariamente rentable. Cuando el Estado y los gobiernos regionales se desentienden de su responsabilidad el tráfico y la vulneración de nuestras fronteras aumentan.

La guerra contra el narcotráfico debe ser total, antes de que sea demasiado tarde. Esto requiere medidas inmediatas, de mediano y de largo plazo.

Cuando discutimos en el Senado hace algunos años sobre la vulnerabilidad de la frontera norte, el debate giraba en torno a la compra de un solo camión escáner, bajo la ingenua premisa de que podría trasladarse por distintos puntos. Como si el narcotráfico no supiera con exactitud dónde estaba. Fue un enfoque ingenuo, ignorante y carente de estrategia. En realidad, fue una medida con una alta dosis de estupidez.

La participación de militares activos en redes de narcotráfico evidencia un rotundo fracaso de nuestra inteligencia militar y policial. Llegar tarde en inteligencia es simplemente no tener inteligencia. Las lecciones del presente no deben quedarse solo en reflexiones: hay que actuar. La Región del Biobío puede y debe desempeñar un rol protagónico. Estamos en el centro geográfico del país, contamos con más de una docena de buenas universidades públicas y privadas, y somos la segunda región más importante de Chile. Tenemos las capacidades humanas y profesionales para innovar, desarrollar y liderar. Solo falta voluntad. Y muchas de las soluciones ya están aquí. No esperemos que Santiago venga a resolvernos los problemas. Ellos no tienen puertos. Los puertos están aquí, en nuestra región.

Desde el Biobío estamos en condiciones de crear, junto al Gobierno Nacional, el Centro Internacional de Inteligencia Policial más grande de América, con la colaboración de todas las policías del mundo. El crimen organizado llegó desde fuera de nuestras fronteras. No es un problema local. Tratarlo como tal sería una negligencia imperdonable. Se requiere cooperación internacional, más allá de ideologías o posturas políticas. La urgencia es ahora.

Hoy, nadie puede asegurar que nuestros puertos están libres del narcotráfico. Por dura que sea esta afirmación, es una realidad. Y su sola posibilidad confirma que tenemos un problema grave.

No podemos repetir en nuestra frontera marítima los errores cometidos en la frontera norte. Porque hoy, esa frontera está prácticamente ciega.

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Alejandro Navarro Chileno, exsenador

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