Para hablar de la pintura, dibujos y murales que se hacen hoy en el Ecuador, una parada obligada es la obra de Pavel Égüez, artista plástico de reconocida trayectoria, cuyos trazos han sido apreciados en galerías de todo el mundo.
Consejero Cultural de su país en la República Federativa de Brasil y en la República Bolivariana de Venezuela, miembro de la Dirección Nacional de la Alianza Unión por la Esperanza, sus series más destacadas son: «Grito de los excluídos», «Travesías y Naufragios», y el imponente mural «Grito de la Memoria».
Desde el corazón del planeta, donde en el Centro Cultural Casa Égüez de Quito expone su última colección, «80 láminas de Goya sobre los Desastres de la Guerra y 80 estudios de Pavel Égüez», nos dedica parte de su tiempo para atender un amplio cuestionario de Correo del Alba, compartiendo sus reflexiones en esta compleja coyuntura por la que navega desde hace meses la humanidad.
Pintor, dibujante y muralista… así lo “definen” o “describen” en las páginas web. ¿Cuándo, cómo y porqué incursionó en la plástica?
Tenía solamente 15 años e ingresé a estudiar en el Colegio de Artes Plásticas de la Universidad Central, en Quito. Desde ahí empezó una manera de sentir y crear que me acompaña hasta hoy.
En sus inicios y a lo largo de su vida, ¿qué pintores y corrientes le han influenciado?
Desde niño me encontré con un libro de Picasso, siempre hay algo nuevo que me sorprende, es tal vez el pintor más estudiado y publicado del mundo, su obra siempre me emociona, me inspira igual que los muralistas mexicanos y los escultores brasileños de Aleijadinho a Ceschiatti.
En sus obras resulta notable la presencia de rostros que nos trasladan a la raíz de lo nuestroamericano, lo que ciertos intelectuales llaman “lo telúrico”… ¿qué significado ha tenido para usted captar y trabajar esa esencia de lo nuestro?
Hay un rasgo latinoamericano inconfundible en el arte, es nuestra tradición moderna, es la manera de mirarnos nosotros mismo, es como cuando Diego Rivera abandona el cubismo para poder hundirse en el corazón de la historia del México profundo, la búsqueda de nuestro espejo, no del colonizador, nuestro propio rostro es la búsqueda de la independencia. Buscamos reflejar lo que la historia nos ha convertido.
Por lo demás, ¿cómo definiría su propio arte?
Mi obra es parte de mi vida, es difícil definir cómo es mi vida, me interesa solo seguir creando, dibujando, pintando.
¿Tienen el arte y el artista una función o “deber” social que existir? ¿Debe haber algún tipo compromiso con el entorno?
No creo que el artista debe tener compromiso social, pero yo sí lo tengo, como un ciudadano. Si tuviera otro oficio tendría la misma indignación frente al mundo actual que condena a la pobreza a la mayoría de seres humanos.
Como alumno de Tzantzico Ulises Estrella y con el tiempo ilustrador de poemarios, quisiera preguntarle ¿hay vínculos existen entre la poesía y la plástica? ¿Qué lugar ha ocupado la poesía en el desarrollo de su obra?
Con Ulises Estrella discutíamos muchas veces sobre si la poesía debía estar dentro de las artes visuales, por la carga de imágenes que provoca, y de hecho la poesía es la más cercana a toda forma de arte; se podría decir que sin poesía no hay pintura.
«Si tuviera otro oficio tendría la misma indignación frente al mundo actual que condena a la pobreza a la mayoría de seres humanos»
¿Nos puede hablar del Taller Runapac? ¿Cuál fue su origen y cuál su trascendencia?
Su origen fue la realización de un grupo de artistas adolescentes, buscamos la creación colectiva hicimos un gran dibujo mural «Jatarishum» (Levantémonos), nos marcó nuestra formación; la trascendencia para la cultura oficial, ninguna, éramos de los márgenes. Las élites quiteñas siempre fueron racistas y nuestro arte reivindicaba lo amerindio.
¿Cómo fue la experiencia de aprendizaje y labor junto al maestro Oswaldo Guayasamín?
Al maestro Guayasamin lo conocí de muy joven y estuve cerca en varios momentos y puede mirar varias obras importantes mientras se creaban, fue un privilegio y un aprendizaje ver mezclar los colores, ver cómo la magia hace que la mano vaya dejando y poniendo los pigmentos y los trazos en el lugar donde están, por siempre, ya que la pintura siempre está viva.
Me dolió mucho su muerte, ya que dejó inconclusa una obra munumental, La Capilla del Hombre.
Le debo parte de mi formación y de mi vocación.
Además, ¿podría contarnos alguna anécdota que hayan compartido?
Una anécdota, viajé con una maleta de cientos de tintas originales de Guayasamín desde Sevilla a Barcelona que me pidió que les llevara en persona, mientras él iría de paseo por tierra. Para entregar la maleta tuve que subir sudando un laberinto de gradas al último piso de una casona del barrio judío donde tenía su estudio. Me dijo: «espero que no te hayan pesado demasiado»; le dije: «no maestro, solo pesan igual que una mujer de Botero».
¿Cuál es el aporte que considera ha sembrado en la conciencia del espectador la propuesta del Grito de los Excluidos?
El Grito de los Excluidos/as es una causa por las luchas de los movimientos sociales, así surgió y se convirtió en una serie de pinturas y murales que acompaña esa luchas. Llegó a la gente que debía llegar, miles de carteles entraron a las casas de los trabajadores, campesinos e indígenas pobres de Latinoamérica.
«Hoy el progresismo debe tener un proyecto cultural para el país, vivimos la peor crisis y solo el arte podría evitar que caigamos en la desesperanza»
En algún momento ha instado a artistas a unirse a los movimientos sociales, a la lucha popular, ¿para qué y por qué?
Ulises fue mi maestro en el colegio de Artes, y desde ahí trabajábamos con los sindicatos, íbamos a las fábricas en huelga llevando exposiciones, o sea siempre fue cercano y estuvo con la gente, apoyando con el arte las luchas sociales, igual cuando se creó la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) y Pachakutik.
Me interesa la cercanía con los movimientos sociales, los pobres no tienen escuelas, salud o acceso a los servicios culturales, hay que luchar por los derechos culturales de toda la población. Hoy el progresismo debe tener un proyecto cultural para el país, vivimos la peor crisis y solo el arte podría evitar que caigamos en la desesperanza.
Hace tres años inauguró la Casa Égüez en Quito, ¿puede hablarnos de los fines de ese espacio de la creación cultural?
Desde que se abrió la Casa Égüez en Quito en abril del 2017, solo expongo ahí, hoy están encerradas 160 obras de la exposición Goya-Égüez sobre los Desastres de la Guerra. Esperaremos tiempos mejores para reabrir el Centro Cultural.
Tras décadas de labor, ¿en qué momento de la vida se encuentra? ¿Cuáles son sus preferencias artísticas actuales?
Si todo es política, sí, pero no todo arte se expresa dentro de lo político, depende mucho la relación con los momentos históricos, y la relación del artista con su realidad y la época que le tocó vivir. O ese arte en diferentes contextos. Los nenúfares de Monet en la época de destrucción de la naturaleza son un manifiesto ecologista.
Una curiosidad… ¿cómo es un día normal y corriente de Égüez?
Estamos en la mayor tragedia y crisis después del mal gobierno traidor, represivo y corrupto de Moreno, donde todo se agiganta, ya que no puede manejar ninguna política de salud, ni protección social ocasionada por la pandemia.
La cultura la están desmantelando, sabiendo que solo con la cultura y las artes podremos salir de la angustia sociológica e existencial. Pero el pueblo ecuatoriano sabe levantarse y, como decía Eugenio Espejo: «Un día resucitará la patria».
Para finalizar, ¿qué proyectos futuros nos puede adelantar?
Pintar, pintar y seguir pintando.
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Cris González Directora
