Por Nahir González
El líder futbolista, político, cantante, socialista, Diego Armando Maradona, ha muerto y la izquierda llora a uno de los aliados más leales, uno que no le tenía miedo a la burguesía, que no le importaba mantener un estatus, que no quiso vender su esencia para traicionar a sus amigos, el villero resultó un buen contrincante en todas las canchas que pisó.
Diego nació viendo la pobreza de frente, entendiendo el sentimiento de vivir en un barrio, el alma nunca se va de ahí, se aprende desde el sufrimiento, del hambre, el frío, las carencias y las necesidades, como le pasó a nuestro héroe, con una infancia dura pero feliz –dentro de lo que podía–, una vida intensa, Diego era un hombre fuerte, luchó contra sus miedos y contra los vicios que lo marcaron, pero que no definieron su grandeza, sensible y solidario como pocas personas, él hacía en verdad, lo practicaba porque sabía que el hambre y la pobreza no era una decisión propia, nadie quiere nacer pobre y vivir en condiciones extremas, y esa fue quizá la primera escuela social y política de Maradona, la calle, el barrio, la gente, que le dio esa convicción y autenticidad, para no venderse nunca: “al poder enfrentó”, para no olvidar sus raíces.
De aquella época del barrio, entre la pobreza y la dictadura, declaraba: «¿Por qué no hay que hablar? Ya estuvimos demasiados callados con los militares, que no podíamos decir ni ‘hola’, que te cortaban el pelo, que te llevaban en cana, que te bajaban de los colectivos. Yo también lo viví eso, porque yo viví en Fiorito. A mí me dicen ‘Maradona no puede hablar’. Sí, yo puedo hablar. A mí me bajaron 27 mil veces los militares en el Puente La Noria con mi viejo y no sabíamos si llegábamos a casa. Entonces, ¿por qué no vamos a hablar ahora?, ¿quién me lo prohíbe?».
Una de sus últimas acciones fue donar alimentos justamente a los comedores del barrio Fiorito donde creció, en medio de la pandemia, entendiendo la dificultad de movilización y trabajo, por la cuarentena que debían guardar las personas para preservar la vida, con un acompañado saludo en las redes donde corto pero sentido retribuía una vez más el cariño: “Yo no me olvido de Fiorito”.
A Maradona la vida le cambió cuando fue fichado por Argentinos Juniors, “tal vez jugando pudiera, a su familia ayudar…”, desde ahí no paró su ascenso en el fútbol. En un país que recién salía de aquellos procesos dictatoriales instalados en el Cono Sur, saliente también de una guerra que perdieron frente a los ingleses por el territorio de Las Malvinas, la figura de Maradona fue un respiro para el pueblo, aquel partido contra Inglaterra, en el que la Argentina gana 2-1 con la “mano de D10s”, como se le llamó luego de esa hazaña que lo catapultó a la fama mundial, el mejor gol de todos los tiempos, Diego regresó la esperanza y la reivindicación a su gente y a toda la América que siguió con angustia ese mundial, todos fuimos argentinas y argentinos con el 10, era necesaria esa victoria, la fuerza de ser los mejores quedó ahí, se acabó la guerra y la revancha la tuvimos con Maradona: “regó de gloria este suelo”.
En una controvertida entrevista de 1986 a la revista Playboy dijo abiertamente: «Soy de izquierda, todo de izquierda, de pies, de fe, de cabeza. Pero no en el sentido que ustedes le dan en Europa al término político. Soy de izquierda en el sentido de que soy para Alfonsín (con el cual hubo separación ideológica después), para el progreso de mi país, para mejorar el tenor de la vida de la gente pobre, para que todos tengamos paz y libertad».
A Fidel Castro lo conoce en 1987, con apenas 27 años de edad, eso luego de ganar la Copa del Mundo en México, desde ahí surgió una amistad inquebrantable y pasó a ser un hijo de la isla, de Fidel, como el mismo Maradona lo decía. En el 2000 se instala en Cuba, esta vez para luchar por salvar su vida y para tratar su adicción a las drogas, durante cinco años, y retoma su amistad con el líder de la Revolución cubana: “Me abrió las puertas de Cuba cuando en Argentina había clínicas que mes las cerraban porque no querían la muerte de Maradona y Fidel me las abrió de corazón”, recordó la estrella, durante el aniversario de la partida física de Castro.
En aquel 2000 surgió la célebre crítica a la Iglesia católica, cuando dijo al papa Juan Pablo II: «Vive en un lugar con techos de oro, mientras tanta gente pasa hambre, y después va y besa la tierra de los países pobres». Diego había visitado El Vaticano y su impresión ante la majestuosidad de uno de los países con más dinero, que además representa la ideología que supuestamente defiende y protege a los pobres, y ante esa hipocresía lanzó su argumento, con esas palabras se alejó de la religión por la puerta de los indignados, fue obviamente mal recibida esta crítica por la Iglesia argentina, a través del entonces monseñor Jorge Bergoglio, ahora papa Francisco, patriarca católico. La reconciliación llegó después del nombramiento de Francisco, años más tarde.
Su amor por Cuba no era una pose, vivió por cuatro años ahí, era más que un par de tatuajes del Che y de Fidel, Maradona nunca negó su sentimiento, su activismo era nato, la rebeldía que le venía del barrio, esa irreverencia la mostró siempre contra el imperialismo especialmente, que no se escapaba de su lógica elocuente: al expresidente George Bush lo tildó de asesino en 2003, justamente desde La Habana, por el ataque a Irak: «La gente está indignada por el hecho de que este asesino se levanta, dice ‘guerra, guerra y guerra’ y nadie lo puede hacer cambiar. Esto es una falta de respeto al mundo», analizaba este hecho como una forma peligrosa de intervención: «Ahora fueron a Irak, mañana van a Colombia, pasado a Argentina, después a Uruguay. Ellos hacen lo que quieren (…) Estamos todos en medio de una guerra que no existe, que no es de estos tiempos. Parece que los mismos americanos tienen hasta vergüenza de hablar».
En 2005, Maradona estuvo en Mar del Plata, llegó en el tren del ALBA, junto a los líderes progresista cuando enterraron el ALCA, con su franela (polera) de “Stop Bush”, él también protestó contra estas políticas neoliberales que murieron antes de nacer en América Latina; ahí conoce al entonces líder cocalero Evo Morales y comparte gran parte de la jornada con el presidente Hugo Chávez, en un escenario llamado por este último, arengó a la multitud presente “la Argentina es digna, echemos a Bush”, así que Maradona ayudó en el entierro del ALCA.
Cuando se hizo esa cumbre ya se había hecho amigo de Chávez, había ido a Venezuela, recuerdo esa primera visita caminando junto al pasillo del Palacio de Miraflores con Chávez que lo acompañaba a la salida, después de horas de estar conversando, caminaban y movían las manos contándose las ultimas cosas, sin querer despedirse, con ese entusiasmo que caracterizaba a ambos hombres, y quedó comprometido con el pueblo venezolano que lo quería desde aquel 86 maradoniano. Cuando Chávez falleció en 2013, uno de los que expresó mayor pesar fue Diego «Lo que me dejó Hugo fue una gran amistad, una sabiduría política increíble. Hugo Chávez ha cambiado la forma de pensar del latinoamericano, nosotros estábamos entregados a Estados Unidos y él nos metió en la cabeza que podíamos caminar solos»
Cuando Evo Morales ganó las elecciones, haciéndose de las palabras de Chávez, dijo que para que estuviera completo todo “Bolivia debía tener mar”; también apoyó al gobierno masista cuando la FIFA intentó vetar La Paz como un sitio no apto para los juegos de fútbol y Maradona se fue a jugar aquel amistoso a 3600 metros de altura; ahí estaba el futbolista, pero igual el político, que entendió que se trataba de un ataque más allá del deporte.
Esa forma que el astro tenía para desdoblarse en la política y en el fútbol, lo practicó más de una vez magistralmente en cada entrega del programa “De Zurda”, que se transmitió en 2014 y 2015, al lado del narrador Víctor Hugo Morales, el mismo que le denominó “Barrilete Cósmico” y que narró el gol contra Inglaterra. En ese espacio había el análisis de las jugadas históricas y actuales más relevantes, pero también del acontecer diario, con entrevistas a políticos de renombre e importancia para el proyecto de unidad que se gestaba en la Región.
En la Argentina nunca escondió su apoyo a los Kirchner, a Néstor y Cristina, se reivindicaba de izquierda, peronista: “Mi viejo (su padre) fue peronista, mi vieja (madre) adoraba a Evita y yo fui, soy y seré siempre peronista”. Además conoció y defendió a Lula da Silva, la causa palestina –de la que pocos hacen bandera–, por la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, por el proceso de Paz en Colombia, a la cual fue por un amistoso.
A Venezuela desde Chávez lo ligó una amistad que se estrechó con la partida física del Comandante, apoyó a Nicolás Maduro en parte de la campaña para la presidencia y visitó varias veces el país para mostrar su solidaridad ante los ataques constantes y el bloqueo. Cuando muchas personalidades se alejaron de Venezuela, Maradona salía a la cancha en Dubái con la gorra tricolor de Venezuela del 4F, que le regaló Chávez, que alternaba con la militar autografiada por Fidel Castro. En un acto de verdadero amor, cuando se recrudecieron el bloqueo y las medidas coercitivas contra el pueblo venezolano, Diego marcó su posición y cerró filas: “Y cuando Maduro ordene, estoy vestido de soldado para una Venezuela libre, para pelear contra el imperialismo y los que se quieren apoderar de nuestras banderas, que es lo más sagrado que tenemos”.
Estas son unas pocas expresiones de las miles de muestras que hicieron que Maradona sea considerado un verdadero zurdo, por fisiología y por sus acciones… Hoy las y los militantes de izquierda lloramos, en el mismo sentimiento y dolor en el que llora la familia futbolera, en ambas plazas gambeteó con una naturalidad casi mágica, el 10, la mano de Dios, pasó a la inmortalidad, en la que contra todos los pronósticos y adversidades, viven los héroes de verdad.
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Nahir González Analista política